Opinión

Jarrones chinos

En nada estarán en la calle: saldrán a trabajar, por obra y gracia del artículo 100.2, Oriol Junqueras y Raül Romeva. ¿Qué pensará hoy de todo esto el tribunal del juicio del Procés? Y menudo estupor el de los fiscales: recuerdan que, para obtener ese permiso penitenciario, los presos deben «aceptar» que cometieron un delito (no es el caso, claro). ¿Tienen razón quienes apuntan que estamos ante la concesión de un tercer grado encubierto a Junqueras? ¿Es éste un ejemplo de la pretendida «desjudicialización» de la política? ¿Hemos perdido la mayoría de los españoles el interés por este asunto y resulta que ya no nos escandalizan los nuevos acontecimientos, de puro hartazgo?

Este goteo de presos estrenando libertad se produce en un contexto de atención expresa al coronavirus y a sus hipotéticas consecuencias. No somos los españoles aficionados a quedarnos para siempre a vivir en una única novela de suspense. Ahora mismo, no nos desazona tanto la unidad del país como la salud colectiva, a las audiencias de la tele me remito.

Si nos paramos a pensarlo, solo han pasado cinco meses desde que el Supremo dictó sentencia, ¡pero qué cinco meses, oye! Nos ha quedado un Gobierno PSOE-Podemos que recibe en la Moncloa, como si de un Ejecutivo extranjero se tratara, a una delegación de independentistas con quienes hablar «de Estado a Estado» acerca del «conflicto» catalán, en el marco de la «seguridad jurídica». Puñado de eufemismos… Nos gobiernan unos líderes de izquierdas que, sin embargo, miran por muy encima del hombro a Felipe González, ese inoportuno jarrón chino que comulga, de repente, con Aznar en el asunto de Cataluña.

Pedro Sánchez y compañía han vendido sus almas al independentismo a cambio de que les aprueben los presupuestos de la supervivencia. Y el independentismo ha logrado en La Moncloa, de entrada, esa foto soñada de Sánchez con el inhabilitado Quim Torra, una caricia para sus votantes del «Sit and talk». Y vete a saber si ha logrado más. De entrada, los condenados salen a la calle, se siguen abriendo embajadas catalanas, se otorgan concesiones varias a la Generalitat. Qué sano es sentarse y dialogar…, solo que este diálogo que nos venden no beneficia al conjunto de la población, solo a los intereses egoístas de unos cuantos partidos políticos.