Opinión
Hibernación siberiana
De todos es sabido que la hibernación es un estado en el que algunos animales se refugian aletargados durante el invierno, poniendo punto final al salir del confinamiento «domiciliario» en sus cuevas o madrigueras para comer a discreción con el fin de recuperar las energías. La ocurrencia de la ministra de Hacienda apuntando la conveniencia de hibernar a nuestro sistema productivo durante un tiempo, como si su salida de dicho estado dependiera poco menos que de un simple boca a boca reanimador, además de resultar grotesca por desconocimiento de lo que puede suponer para una economía, pone en evidencia el estado de algunos pulsos librados dentro del gobierno de coalición y quienes los van ganando. Pero sobre todo lo que se constata es la obstinación de algunos, al parecer más preocupados por el coste o rédito electoral de según qué medidas, por no perder suelo entre su feligresía política.
Tal vez por ello un desconcertado presidente Sánchez haya optado por entregar al vicepresidente Iglesias –menos mal que según se apuntaba las de Podemos serían carteras marías– la brújula y el timón de las políticas laborales encarnadas en la siempre elegante ministra Yolanda Díaz en detrimento de una no menos elegante vicepresidenta económica Nadia Calviño. Se trata de que el tsunami del coronavirus no deje tocado el caladero progresista cuando todo haya pasado y vuelvan los tiempos del juego político tan proclives a culpar de todo a las derechas.
Las medidas del gobierno encaminadas a frenar una ola de despidos masivos, –como si los empleadores fueran villanos de poco fiar ávidos de ver largas colas en las oficinas del paro– buscan en efecto hacer de gran cataplasma frente a un aumento disparado en el desempleo, pero puede que hayan ignorado las consecuencias en forma de destrucción de puestos de trabajo cuando la crisis sanitaria haya escampado y se caiga en la cuenta de que la recuperación puede verse truncada tras una suspensión general de la economía reflejada en la anulación de la producción y el movimiento de dinero. El golpe de efecto tiene todos los marchamos de la factoría que trabaja para mantener a toda costa a Sánchez en la Moncloa, aunque tal vez no se hayan calculado bien en esta ocasión los efectos reales de la estrategia frentista de buenos y malos a la que nos tiene acostumbrados el discurso de la izquierda.
Esta vez la rama podemita del gobierno ha querido poner bajo sospecha a quienes crean riqueza y que no son otros más que los empleadores. Craso error que pagaremos todos si a estos no se les garantiza un marco jurídico alejado de ocurrencias bolivarianas. Puede que tras la hibernación, más que un boca a boca España necesite de un desfibrilador.
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