Opinión

Nos lo temíamos: llega el «corona chic»

Nos dijeron que viviríamos pegados a una pantalla en el siglo XXI, pero, francamente, nunca pensé que se trataría de lo que se ve en la fotografía. El «chic coronavirus», la moda post pandemia, ha llegado y esto no lo pudo anticipar ni John Galiano. Como dicen las estadísticas, ya hay que ir pensando en el futuro, sin hacernos muchas ilusiones porque el futuro nunca se sabe cuándo ni cómo llega. Pero llega. Y entre las desgraciadas posibilidades, entre los múltiples escenarios cuánticos que se pueden presentar, hay un mañana cutre y algo ridículo. Y a mí la vida siempre me ha dado la versión barata de los futuros que se me prometían. Así que atentos, porque, como anunciábamos, está por venir el «corona chic», compuesto por una amplia gama de productos destinados a protegernos y darnos estilazo llegados desde el gran bazar de Oriente.

Miremos a quienes ya han estado adonde nos dirigimos: China. No hace tanto nos reíamos de su procesión de mascarillas en el transporte público. Bueno, pues mejor será que disolvamos lentamente la carcajada en una risita nerviosa y vayamos preparando nuestras mejores galas de profiláctico facial, porque, tal y como nos anuncian, será aconsejable. También veíamos con sorna los saludos a distancia de los japoneses y quizá tengamos que preparar el espinazo para futuras reverencias. En China, como decíamos, la variedad de tocados con pantalla plástica va desde el modelo «buzo de soldador» al «apicultor en día libre» y, por supuesto, el «pescador en dique seco» y el «doctor Livingstone, supongo». En España tenemos monteras, tricornios, «txapelas» y barretinas para dejar nuestra imaginación volar.

Como ahora tengo mucho tiempo muerto para hacer el mongolo, he estado ensayando con diferentes tipos de plásticos transparentes para incorporárselos a mi gran repertorio (mentira) de boinas, gorras de béisbol y gorros de lana con orejeras y he desistido. Mi cabeza, de calibre mesetario, no está hecha para llevar nada encima, hay una incompatibilidad de naturaleza que me impide hospedar hasta un gorro de Santa Claus. He sido marginado en algunas despedidas de soltero por ello, pero dejemos de una vez mi amargo pasado. El Gobierno ha anunciado que tendremos que mantener la distancia social «hasta en la playa», cito. Yo trato de ser buen ciudadano y prepararme para lo que venga. Pero sufro por todos, la verdad. Acabo de imaginar al varón carpetovetónico con gorra patrocinio Caja Rural o Nivea incorporando una pantalla plástica a su yelmo bajo el sol de Benidorm o dejando un metro de arena alrededor y ha saltado el maldito Error 404, «página no encontrada». El futuro es incierto y está lleno de amenazas. Pero recuerden: mi libertad comienza donde termina la capacidad de los demás de atentar contra la estética. Todo parece indicar que la policía del buen gusto va a tener un largo trabajo por delante.