Opinión

Hijos de sus obras

Es mérito de Cervantes el haber dejado establecido que cada uno es hijo de sus obras. No era poco atrevida la afirmación contenida en la Primera parte del Quijote cuando en España regía el estatuto de limpieza de sangre y la división en castas de la sociedad resultaba absolutamente inalterable. Sin embargo, el brillante mutilado de guerra sostenía que lo que debe juzgarse en un ser humano es su conducta y no su estirpe o su posición social. Me ha venido todo esto a la cabeza contemplando la manera en que aparece la gestión del gobierno español en la práctica totalidad de los análisis internacionales. No sorprende dado que España es la nación con más fallecidos por la pandemia del coronavirus en todo el mundo de acuerdo con su población. La puntilla ha venido del análisis del Deep Knowledge Group (DKV) realizado sobre la base de doscientos estados en todo el mundo. En el listado de los cuarenta países más seguros del mundo frente al coronavirus España no aparece quedando por detrás de naciones como Vietnam, Malasia, Croacia o Eslovenia. En la clasificación de eficiencia contra el riesgo, España tampoco aparece. En la clasificación de seguridad dentro de la eurozona donde aparecen diecinueve países con Alemania y Suiza a la cabeza, obviamente, sí aparece España, eso sí en el último lugar y detrás de naciones como Eslovenia, Lituania, Rumanía e incluso Italia. Finalmente, en el listado de gobiernos que han ayudado a los ciudadanos frente al coronavirus, España aparece en penúltimo lugar. A pesar de que el gobierno de Sánchez se esfuerza a fondo para que no se sepa la verdad, la realidad resulta innegable. El gobierno español –que creó inmensos focos de contagio masivo con las manifestaciones feministas del 8 M– no lo ha podido hacer peor. Por supuesto, es posible que, como tantas veces en el pasado, haya majaderos que griten «leyenda negra, leyenda negra» y prefieran abrazar las mentiras oficiales. Sin embargo, al fin y a la postre, se impone la realidad manifestada por Cervantes de que cada ser humano es hijo de sus obras. Es ese principio el que, por encima de mentiras, de censuras y de propaganda, deja de manifiesto dos realidades innegables, la de que el gobierno español difícilmente lo habría podido hacer peor y la de que constituiría una inmensa injusticia que saliera impune de su inmensa incompetencia.