Opinión

Saca a pasear al niño

El Gobierno que preside Pedro Sánchez ha sido autor de tantos disparates en la gestión de la crisis sanitaria por el coronavirus que es difícil elegir uno que pudiera considerarse paradigmático. Sin embargo, me inclino por seleccionar el referido al paseo diario de los niños porque muestra simultáneamente la frivolidad y el desconocimiento con el que se están tomando las decisiones a lo largo de las últimas semanas. Ni al que asó la manteca se le ocurriría, en las circunstancias por las que atravesamos, solazar a sus hijos llevándolos al supermercado y la farmacia, o de acompañantes en la ida al trabajo. Ya sé que, entre las costumbres que hemos adquirido los españoles durante las dos últimas décadas, está la de pasar la tarde en el centro comercial: un poco de compras –que, como destacó hace muchos años un conocido sociólogo, son siempre un placer–, otro de juegos y tiovivos, y por fin la merienda. Sí, en efecto, es una forma de ocio muy apreciada por nuestros conciudadanos, pero resulta que ahora no hay ni compras ni carruseles ni la menor posibilidad de comerse una hamburguesa o tomarse un té. Los asesores del gobierno deben ser monjes de clausura en su vida paralela, naturalmente sin hijos, sin la menor idea de cómo tratar a las criaturas y, sobre todo, carentes de cualquier empatía con los infantes. Sólo a ellos les parece estupendo que, por ejemplo a las siete de la mañana, los menores den la mano a su padre o su madre cuando caminan hasta el metro o la parada del autobús que les llevará al curro. ¿Qué hará después el infante? ¿Trabajar un rato con su progenitor en el torno, el ordenador o la caja registradora? Claro que a lo mejor esos anacoretas pretenden que se vuelvan solos a casa, metan la llave y abran la puerta para poder esperar en su cuarto, solos, alegres y confiados, el regreso de sus padres. Ni a la mente más retorcida de la ficción televisiva se le habría ocurrido tan terrorífica escena.

Menos mal, dicen algunos, que en cinco horas el gobierno cambió de criterio. ¿Cambiar?, ¡eso nunca!; nos dirán que, a nueva circunstancia, nuevo consejo de los expertos. Estos se creen, en el colmo de su estulticia, que con salir en la tele y soltar una chorrada está todo arreglado. Así nos tienen, abusando del poder que les otorga la alarma, amenazándonos con multas y detenciones, sin mascarillas, sin test que sirvan para algo, con un guante sí y otro no porque el desabastecimiento obliga a ahorrar, y con un guardia civil espiando cauteloso nuestro teléfono.