Opinión
El postismo
Sí, somos y seremos los postistas de la sociedad de un mundo penoso que no se pone de acuerdo y donde se manifiestan palmariamente las diferencias entre los políticos de uno y otro país
La vida cultural y literaria en la España actual es un muerto subvencionado, regado de euros por un gobierno que quiere tener a todo pichichi en el redil de sus patrocinados, y bajo esta situación de bonanza financiada hay una gran mayoría que vive cómodamente, sin preocupaciones económicas ya que la próvida ubre del estado los amamanta como bien sabe hacer la generosa izquierda, cuyos orígenes se remontan a la célebre “bodeguilla” de Felipe González y doña Carmen Romero, donde tupían de jamón a los escritores que publicaban en los alegres 80 y apuntalaban a los sociatas que cambiaron el semblante del país, dejándolo irreconocible y sin decencia ni honestidad. Pero, ¡mira tú por donde! hoy tenemos que echar en falta a aquellos González y aquellos Guerra porque, ya lo dice el sabio refranero, “otro vendrá, que bueno te hará”. Vivimos, o estamos a punto de empezar a vivir, un postismo no intelectual, como el de después de la Guerra Civil, sino social, con unas fijaciones de las que no vamos a sustraernos para el resto de nuestra vida. Se acabaron los antihigiénicos besos y abrazos, dando lugar a nuevos saludos que se irán imponiendo a medida que vayamos entrando en contacto con la gente, si es que de una santa vez comienza la tan traída y llevada “desescalada”.
Hace no mucho hablábamos con ilusión de la inmortalidad, de esos avances de la ciencia que nos iban a permitir prolongar nuestra vida y nuestra juventud, haciendo realidad las ansias oníricas que Oscar Wilde plasmó en su bello personaje Dorian Gray, uno de mis favoritos, quien vendió su alma al diablo para conservar eternamente su belleza. ¡Pues en las mismas vamos a tener que andar nosotros!, porque los investigadores científicos están empleándose a fondo en buscar la vacuna y el tratamiento para este virus cuyo origen todavía no pueden dilucidar: la cosa está entre la fuga de un laboratorio de armas químicas o la sopa de zarigüeya comprada en el mercado de Wuhan.
Sí, nosotros, los de mediana edad, seremos los postistas de lo social de los que se hablará dentro de cincuenta años, lo mismo que se habló de aquellos intelectuales idealistas de la posguerra que quisieron ser la vanguardia de la vanguardia. De aquel grupo solo queda Fernando Arrabal, porque Nieva, Gloria Fuertes, Carlos Edmundo de Ory y toda aquella banda crían malvas desde hace años, lo mismo que los disparatados Arniches, Gómez de la Serna, Mihura y por ahí, que siguieron la estela de los anteriores por el camino del absurdo. ¡Qué maravilla de tiempos, a pesar del hambre! Veremos también de qué intelectuales se habla dentro de esos cincuenta años y cómo serán los que, entonces, tengan nuestra edad de ahora. Me refiero a los niños que están padeciendo las penurias del Covid, esos que con seis u ocho añitos tienen restringidos los horarios para salir a pasear en bici o patinete; esos que no pueden ir al cole ni jugar con sus vecinos o con sus primos porque no se les permite relacionarse para evitar intercambios de bichos. Sí, somos y seremos los postistas de la sociedad de un mundo penoso que no se pone de acuerdo y donde se manifiestan palmariamente las diferencias entre los políticos de uno y otro país. En Austria llevan tres semanas de desescalada sin rebrotes. En Italia se elige para la recuperación económica a un tipo con un currículum de vértigo (y eso que es Italia, un país de cantamañanas y fulleros). En Alemania un 72% apoya a la Merkel por su magnífica gestión en la crisis del coronavirus y las perspectivas de la recuperación económica del país. En España seguimos con Pepe Gotera y Otilio y el profesor Bacterio protagonizando los noticieros. ¡Qué depresión!
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