Opinión
¿Vital... o clientelar?
Siempre con toda la buena fe por delante pero digo yo que si por trabajar pagamos impuestos, si por comprar pagamos impuestos, si por vender pagamos impuestos, si por donar pagamos impuestos, si por morirnos o nacer pagamos impuestos y si por heredar pagamos impuestos, habrá de establecerse un control –con todo el cariño y por mínimo que sea– a las prestaciones para cobrar sin pagar impuestos. He de confesar que me sorprendió el resultado de la encuesta que planteábamos en la web de Onda Cero a los oyentes: ¿está de acuerdo con el ingreso mínimo vital? La respuesta fue un mayoritario «no» que podría resultar chocante poniéndonos de entrada en «modo» cofianza ciega hacia una medida aprobada por el gobierno cuyo enunciado ningún bien nacido va a rechazar. Estamos hablando de unos fondos destinados a garantizar sobre el papel que nadie se quede sin las mínimas prestaciones de subsistencia, máxime con la que ya está cayendo con riesgo de explosión social derivada de unas consecuencias del covid-19 que pueden verse acentuadas por la música tocada desde el cada vez más influyente sector «podemita» del Gobierno.
Aun sin caerme del guindo, añadiré que son difícilmente contestables Iniciativas como esta gestionadas con verdadera vocación de llegar solo a los más débiles, bien explicadas a los verdaderos páganos que somos los contribuyentes de clase media controlados hasta cuando vamos al baño, sin dejar resquicios a la picaresca que tanto consumado maestro práctica en nuestro país y huyendo de la tentación que pretende convertir el subsidio en clientelismo político. Tal vez por ello me llamó la atención de manera especial la citada encuesta cuyo resultado al fin y al cabo rezumaba el escepticismo propio de quienes tienen tras la oreja el machacón zumbido de la madre de todas las moscas.
Nada es gratuito ni casual. Son muchos los ciudadanos de buena fe escaldados por la partidista utilización de dineros públicos y testigos de unas maneras que se corresponden con poco recomendables referentes de la actual coalición de gobierno como es el paraíso bolivariano de subsidiados, o antecedentes como la gestión del PER durante décadas en Andalucía y sus derivadas en un escándalo de los ERE que fundió cientos de millones de euros entre falsos contratos y barras americanas. Tampoco es menor el gesto de «tentarse la ropa» ante la posibilidad de convertir actos de supuesta justicia social y solidaridad política en auténticas redes clientelares con legiones de dependientes de la ubre del estado transformados en un abotargado vivero de votos cautivos. Se tercia una justa escala de valores, sobre todo a la hora de controlar que ni un solo euro procedente del bolsillo del resto de españoles se pierda entre los meandros del fomento de la economía sumergida y el agravio al mileurismo «currante». No lo estropeen.
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