Opinión

Un Gobierno serio ante un futuro crítico

Es incomprensible que Sánchez no haya definido todavía cuál es la posición de España ante la candidatura de Calviño para presidir el Eurogrupo. Esperemos que no sea por presiones de Iglesias

El primer Gobierno «bonito» de Pedro Sánchez duró apenas una semana. No sólo nombró ministros, sino personalidades que tuviesen una proyección social, aunque de notoria inexperiencia política, e incluso ineficacia, visto lo visto. Hace ahora exactamente dos años que el titular de Cultura, Maxim Huerta, presentó su dimisión al conocerse que había defraudado más de 200.000 euros a Hacienda y condenado por ello. Una condena ejemplarizante para un delito que se puede considerar menor –tributó ciertas cantidades a través de una sociedad en vez de como persona física, un truco muy extendido en determinadas profesiones liberales–, pero que Sánchez consideraba inaceptable cuando estaba en la oposición. Tres meses después, cesó como ministra de Sanidad Carmen Montón por un trato de favor en un master. Cuando se puso en duda la autoría de la tesis doctoral de Sánchez, ahí se marcó el límite y el Gobierno «bonito» quedó monstruosamente desfigurado.

El límite era resistir como fuese, dar por falso cualquier hecho que pueda afectar al Ejecutivo, trasformar a la oposición en una máquina de fabricar «fake news» –cuando no golpes de Estado– y cualquier crítica que pueda hacerse en el ejercicio de control parlamentario, pura crispación. Sin embargo, le guste o no a los estrategas de La Moncloa, el actual Gobierno está seriamente averiado y no aporta ni rigor, ni tranquilidad, ni capacidad reformista para afrontar los próximos años que, según todos los indicadores, serán muy complicados en términos económicos. Es un Gobierno radicalizado, cuyo mensaje está monopolizado por la facción izquierdista de Iglesias dispuesta a inclumplir los acuerdos con la Unión Europea, que, aunque sea pura propaganda, no es lo que necesitan los organismos financieros para inyectar miles de millones de euros en las mejores condiciones. Por contra, Sánchez, en vez de contrarrestar el nefasto influjo de Podemos se siente cómodo en esos excesos verbales guerracivilistas y otros disparates ideológicos, mientras Bruselas tiene claro que las condiciones para acceder a la ayuda europea deberá reflejarse en unos Presupuestos que no permitan gastos que no estén vinculados a la Sanidad y a otros sectores que afecten a la recuperación económica. Por otra parte, se exigirá un plan de reducción de la deuda en los próximos años con recortes específicos. Sin embargo, la responsable político con más responsabilidad y valedora de los criterios de la UE, la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para Asuntos Económicos, Nadia Calviño, debe aguantar las presiones de un Iglesias que ha convertido el Ejecutivo en una tribuna de captación. Como muestra, es alarmante que Sánchez no haya definido todavía cuál es la posición de España ante la candidatura de Calviño para presidir el Eurogrupo, aunque confiamos en que no se deba a exigencias de Iglesias, que ha tomado a la titular de Economía como su adversaria máxima para poder mantener su peso en el Gobierno.

La crisis de Gobierno será inevitable –no por la duplicidad de cargos: el actual presidente del Eurogrupo, el portugués Mario Centeno, lo es la vez de Economía en su país– porque, una vez superado la epidemia sanitaria, la recesión económica en la que entraremos, con indicadores de caída del PIB de hasta el 15% y niveles de paro del 20%, necesita un Gobierno eficaz, con menos dependencias sectarias y capaz de sellar acuerdos con la oposición. Ministros con José Luis Ábalos, implicado en un caso tan turbio como el del viaje de la dirigente venezolana Delcy Rodríguez, saltándose todos los tratados internacionales y que ha afectado al prestigio diplomáticos de España, es insostenible. Como lo es Fernando Grande-Marlaska, enfrentándose innecesariamente con la Guardia Civil. O el ministro de Sanidad, Salvador Illa, como gestor directo de la crisis del coronavirus. España necesita un gobierno fuerte y serio, no una reunión de 23 carteras sin objetivo común alguno.