Opinión

Nihilismo cool

Hay jóvenes que parecen no tenerle miedo al covid-19 ni a sus consecuencias. Y hay mucha gente que se escandaliza ante una conducta que juzga, con razón, incívica. Sin embargo, no estaría de más preguntarse qué es lo que cada uno haría de tener 20 años. Sobre todo ahora, cuando el horizonte de precariedad y de dificultades que ya tenían por delante los jóvenes se ha visto aumentado por las consecuencias –todavía no conocidas del todo, ni mucho menos- de la pandemia que vino de China. Los jóvenes, como es natural, se creen inmortales y saben que corren menos riesgo que el resto de la población. También saben lo que les espera y algunos de ellos conocen el peso que se les está echando sobre los hombros en forma de deuda. En esos comportamientos incívicos se debería ver también una forma de protesta: nihilista, porque no adelanta ningún valor ni virtud alguna y flirtea con hacerse daño a uno mismo, e incluso con el suicidio, pero protesta, al fin y al cabo, ante algo inaceptable.

Para entender esta actitud, conviene tener en cuenta la gestión de la tragedia sanitaria que ha hecho el Gobierno social podemita, encarnada en Fernando Simón. Simón iba a ser la voz de la verdad científica en el discurso oficial sobre la enfermedad. Como el Gobierno empezó justificando su asombrosa inacción con la falta de conocimientos, el papel de Simón resultó poco lucido. Se compensó, o lo compensó él mismo, justificando las decisiones gubernamentales, a las que intentaba dar una apariencia de verdad científica. Como era natural, el papel evolucionó al de portavoz de la política gubernamental. Portavoz paralelo e informal, quintaesenciadamente empático y cercano, como el representante siempre joven de una ONG. Así lo subrayan su atuendo y su imagen, que lo convirtieron, en las semanas finales y polémicas del confinamiento, en icono militante del social peronismo. Quedó arruinado cualquier confianza, cualquier terreno común de entendimiento.

No iba a acabar ahí el asunto. El personaje, solo o en compañía de los estrategas monclovitas, se ha reinventado luego con su apelación a los «influencers», es decir a los jóvenes. Ahora es el encargado de allegar el voto juvenil. No es de extrañar, por tanto, que algunos jóvenes respondan con burla e irrisión. Al nihilismo cool del Gobierno, otro nihilismo, este crudo y suicida. En esta forma de gestionar una epidemia, se ha jugado algo muy de fondo.