Opinión

“El doctor Pintó”

He de reconocer que si me dedicara solo al Derecho nada me haría más feliz que aproximarme a lo que era y significaba el doctor Pintó. Al menos hay que intentar hacerlo en lo que representaba como persona, porque nos haría mucho mejores

Nunca me resulta fácil escribir cuando nos abandona alguien que admiro profundamente. La lectura del emotivo artículo de mi buen amigo el académico Antonio Fernández de Buján me ha animado. Poco antes de la pandemia hablé con el doctor Pintó por una cuestión personal y como siempre se volcó en ello. Un primer rasgo de su carácter era su enorme generosidad. Otro era su condición como uno los grandes juristas españoles y académico de número de Jurisprudencia y Legislación. Era un excelente abogado que creó uno de los despachos de referencia.

Era especialista, entre otras muchas materias, en el Derecho Civil. Como jurista era, simplemente, extraordinario, pero a la vez estaba dotado de una humildad y sencillez en el trato que eran un ejemplo de vida. En estos momentos tristes me viene al recuerdo cuando le conocí siendo presidente de la Caixa de Barcelona y sus inolvidables intervenciones llenas de profundidad, sentido común, humanismo, socarronería y humor. Era aleccionador escuchar a alguien de su relevancia expresarse con una fluida oratoria y una capacidad didáctica característica de un gran profesor.

No tuve la suerte de asistir a sus clases. He mantenido con él y su familia una estrecha amistad durante más de treinta años y entre mis mejores amigos se encuentran sus hijos Menes, Alejandro y Jordi así como sus parejas Carlos, Mari Cruz y Esther. No es casual de que sea una familia maravillosa y amplia, porque es la gran obra del doctor Pintó y su mujer, la pintora Montserrat Sala. Fue decano en el Colegio de Abogados de Barcelona y concitó, como ha sido una constante en su vida profesional y personal, un cariño generalizado. Es curioso, lo he pensado estos días, que siempre le llamé doctor Pintó.

La condición de doctor y más en alguien de su generación era el fiel reflejo de su capacidad académica. Era la época de los exámenes duros con bolas para cantar los temas, los trabajos académicos profundos y las lecciones magistrales. Un tiempo de grandes juristas clásicos dotados de una gran amplitud de conocimientos y un profundo e inquieto humanismo. He de reconocer que si me dedicara solo al Derecho nada me haría más feliz que aproximarme a lo que era y significaba el doctor Pintó. Al menos hay que intentar hacerlo en lo que representaba como persona, porque nos haría mucho mejores.