Opinión
El centro estratégico
Desde los albores de nuestro actual periodo democrático en España siempre han primado las posiciones de centro donde la moderación y el respeto a las minorías ha sido clave para la convivencia. Esto configuró una posición política dominada por un concepto de centro estratégico, que no ideológico, y este se modulaba a derecha o izquierda en función de a qué partido le concedía la mayoría el pueblo español, y así se conformaron los gobiernos estables UCD, PSOE y PP. El problema en la actualidad es que el gobierno formado por la exigua mayoría del PSOE, con la peligrosa mochila de Podemos, y apoyado en el parlamento por el no menos peligroso independentismo ha abandonado este centro estratégico, puesto que en el ideológico la izquierda nunca ha estado. El centro ideológico es invisible y muy poco definible, así como volátil, por eso el centro se ha convertido más en un lugar de encuentro, de aproximación de posiciones, que contribuye a que los principales partidos que hasta hace dos años han gobernado España hayan podido entenderse en cuestiones relacionadas con políticas de Estado. Este lugar, que no ideología, permite comprender al adversario político, y aunque esta compresión no suponga aceptación, genera encuentros que tan bien le han venido a España. Sánchez, en su discurso de investidura, renunció al centro, y apostó por los extremos, los extremos que tan mal le han venido a España en la historia. Tres ejes son esenciales en este momento en España, su unidad, la igualdad de todos los españoles y la defensa del estado de derecho; ninguno de estos tres ejes debe ser comprometido, puesto que vertebran nuestro sistema constitucional y son esenciales para seguir apostando por una España próspera y justa; el desistimiento en cualquiera de estos tres ejes por parte del gobierno de la nación es un peligro y una temeridad. El extremismo define a aquellos que se separan no del centro político, sino del centro estratégico, de ese lugar de consenso y diálogo. El extremismo es una actitud, una condición personal o grupal muy próxima a la intransigencia, y se contrapone a otra actitud, la moderación y el posibilismo. Para reclamar consenso y diálogo hay que regresar a este espacio de consenso, porque pedir consenso desde el extremismo es un abuso y un insulto a la inteligencia.
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