Opinión
A Moncloa sin infantilismos
El Gobierno anda muy ufano con el regalo que le ha hecho un juez gallego al decidir que el Pazo de Meirás es del Estado y no de la familia Franco. Al vocearlo, la ministra portavoz se superó a sí misma en histrionismo. Cuanto más irrelevante sea la cuestión, más gesticulación propagandística se inventan los estrategas monclovitas. Y con más intensidad y más apasionamiento destroza el idioma la ministra. (¿Qué le habrá hecho el castellano a María Jesús Montero?). Se trata también, claro está, de destrozar cualquier posibilidad de pacto con el Partido Popular… endosándole la responsabilidad de la falta de acuerdo a los populares. Algo ciertamente humorístico viniendo del creador del célebre «No es no».
Por eso hizo bien ayer Pablo Casado en insistir en su disposición a llegar a acuerdos sobre algunos grandes asuntos que deberían concentrar la atención de los gobernantes. La cuestión sanitaria, la económica, la educativa y la judicial, muy en particular. Casado habló de dos líneas de acuerdo, una entre partidos y otra entre Comunidades Autónomas y Gobierno. Y en las dos sugirió otras formas de actuar que aquellas a los que no tiene acostumbrado Pedro Sánchez. En vez de la confrontación y la propaganda, podrían basarse en el diálogo, la colaboración y la buena fe, es decir, la lealtad. Son términos que los socialistas desconocen, pero que no son imposibles de lograr en países descentralizados, como demuestra el cercano caso de Alemania.
También era importante que esa propuesta no se limitara a un gesto sin contenido. Por eso la propuesta de un acuerdo sobre la Sanidad se basa en el trabajo previo de pacto Cajal, al que luego se ha sumado el texto de la Junta de Galicia. Otro tanto se puede hacer con los trabajos sobre educación realizados en las Comunidades Autónomas, y también con la propuesta de una Agencia Nacional de Recuperación Económica. Debería incorporar, además de personas de prestigio de las que no faltan en el PP, otras venidas del mundo empresarial. El PP tiene la oportunidad de mostrar que está dispuesto a restablecer la relación con una sociedad cada vez más alejada y desengañada de la política. También podrá demostrar que tiene un proyecto global alternativo que no es el del Gobierno.
En estos momentos de vuelta a la actividad, Casado tenía que aclarar su posición ante la absurda propuesta de que el PP apoye los futuros presupuestos. En primer lugar porque, como subrayó Casado, no hay ni una sola línea escrita ni un borrador, ni rastro del ingente trabajo previo que exigen unos presupuestos generales. Y además, porque el PP no puede asumir la responsabilidad de compartir la política con un Gobierno compuesto en buena medida por peronistas y antimonárquicos, obsesionados con acabar con la Constitución apoyándose en separatistas y filo terroristas. Nada parecido existe en ningún país de la UE, y el PP que, entre otras cosas, forma parte del mayor grupo político europeo, no puede prestarse a este juego que dinamitaría la Unión Europea en poco tiempo. Tampoco tiene por qué, ni debe, apoyar otros nombramientos como aquellos en los que el PSOE ha prescindido sistemáticamente de él, después de cuatro meses sin convocar al jefe de la oposición. Y es importante que el líder de los populares respalde explícitamente, como hizo, a la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. El PP arranca por tanto con sensatez y firmeza. Es un alivio, en un Gobierno y en un país que parece convencido de que vive en una serie de televisión y que no hay punto más alto de la acción política que la series televisivas. Al menos Casado demostró ayer que no todo el mundo participa del mismo infantilismo.
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