Opinión

Patria (o muerte)

Quienes enredan objetividad y equidistancia celebrarán el cartel de «Patria» defecado por la HBO. El asesinado sobre el asfalto y el asesino recién torturado en dependencias policiales. La simetría viento en popa. Pero asumir que los asesinos son seres humanos, no pingüinos, y comprender sus debilidades, e interesarse por sus circunstancias, y denunciar el crimen de Estado, que existió y fue perseguido, y que nunca contó con el beneplácito de la sociedad española, no permite trazar pulcros paralelismos del gatillo de unos a la nuca del resto. Aunque entre el verdugo y la víctima los finos siempre elijan la soga. Aquello que les permita circular por las trincheras sin mácula. «Ojalá la novela fuera la mitad de buena que el cartel de la serie que les parece tan mal. Buenos días». Lo ha escrito Roberto Enríquez, «Bob Pop». Quizá piensa que Fernando Aramburu es un facha. El autor de «Patria» atribuye el cartel «a una estrategia de márquetin que no comparto», dado que «incumple una norma que yo me impuse cuando escribí mi libro: no perder de vista el dolor de las víctimas del terrorismo, tratarlas con la empatía y el cariño que merecen». A diferencia de quienes justifican el asesinato por motivos políticos (pues esa y no otra fue la, ejém, «singuralidad vasca») Aramburu sabe que no hay simetría posible entre los Waffen-SS liquidados en 1943 en el campo de exterminio de Soribor y los prisioneros que, comandados por Leon Feldhendler y Alexander Pechersky, dirigieron la sublevación. Como imagino que «Bob Pop» es indiferente al racismo y la xenofobia inherentes a los nacionalismos etnicistas en el País Vasco, Cataluña y etc., y en cambio muy sensible a las injusticias en los guetos de Chicago y Los Ángeles aquí va una correspondencia que incluso él entendería: ¿Qué tal un cartel con George Floyd en el suelo y la rodilla del agente Derek Chauvin sobre la tráquea, y luego ya, al otro lado, el saqueo de las tiendas del Soho? Lo dijo Donald Trump. Podría repetirlo nuestro «Pop». Hay gente muy buena a los lados. Gente buena. Gente mala. Gente que sufre. Gente que llora. Pero no hay dos bandos o equipos. Ni una correspondencia que sitúe en pie de igualdad a los niños carbonizados en Hipercor y a sus verdugos. Y hay que ser muy pero que muy canalla para hablar del «conflicto».