Opinión

Más responsabilidad que temor

El comienzo del curso escolar, en medio de lo que muchos consideran la segunda oleada de la pandemia del Covid, va a ser durante los próximos días y semanas la mejor prueba de fuego para la madurez de una sociedad obligada a convivir con un virus altamente contagioso. Es comprensible que muchos padres se enfrenten estos días al temor del contagio, porque el riesgo cero, que no existía tampoco antes de esta pandemia, nadie lo puede garantizar, a pesar del enorme esfuerzo organizativo, presupuestario y logístico que se hace desde las administraciones públicas implicadas en la tarea educativa, de lo que es ejemplo la Comunidad de Madrid, y por eso, se trata más de generar seguridad en los padres, que de amenazar con el Código Penal; se trata de llamar a la responsabilidad más que al temor al castigo. Las hipérboles, los alarmismos injustificados y las amenazas son fórmulas que no casan bien con una situación en la que lo que hay que garantizar, precisamente, es la seguridad y la salud de todos. Y, si algo necesitan en estos momentos los padres que van a mandar a sus hijos a las aulas en los próximos días y semanas, es que se les transmita tranquilidad y certeza, y que se les ofrezcan fórmulas para encauzar sus lógicas preocupaciones. Está resultando demasiado evidente, durante estos largos meses de pandemia, que hay sectores ideológicos dispuestos a aprovechar esta situación, tanto para defender o ver apoyados sus planteamientos, como para desgastar o incluso destruir los de sus adversarios. La vuelta al colegio este mes de septiembre es, más que nunca, un asunto de interés general, que concierne a muchos y en el que todos tenemos que actuar, desde nuestros distintos desempeños y roles, con la mayor responsabilidad. Nuestro país no se puede permitir que una generación entera de futuros españoles reciba una educación, ni en una centésima parte, peor que la que recibieron las generaciones precedentes. Ese y no otro es el gran objetivo nacional de estos días venideros. Por eso, en medio de tanto postureo exagerado, retumban y se hacen fuertes las palabras pronunciadas por nuestro médico y premio Nobel más ilustre, Santiago Ramón y Cajal: «Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! ¿Sugestionar? ¡Qué fácil, rápido y barato!».