Opinión

No le des más whisky a la perrita

Fue en el mes de abril de 2019, cuando todavía nadie podía imaginar la peste. La editora Carmen Fernández de Blas nos ofreció a Jesús Úbeda y a mí escribir una biografía sobre Raúl del Pozo. Úbeda hace las mejores entrevistas de España y escribe sonetos como aguijones. A Raúl ya intenté hacerle un libro hace años, pero no hubo forma: desconfía del género, detesta hablar de sí mismo y cada vez que acudía a entrevistarlo a su casa, en ese barrio bostoniano que hicieron los de la República, salía con la grabadora vacía y el hígado cuajado de whisky: ya no bebe, pero disfruta emborrachando a los amigos. Un año más tarde hemos cuajado un libro, No le des más whisky a la perrita, caótico en el mejor sentido. Raro y feroz. Radiante y valiente. Una declaración de amor y odio al periodismo. Y un chupito de historia de España. Raúl del Pozo es un magnífico columnista. Dueño de una prosa torrencial. Aunque muchos lo ignoren también ha entregado algunas novelas deslumbrantes. Algunas, como Los reyes de la ciudad, La novia y No es elegante matar a una mujer descalza, son pura dinamita. Por supuesto los mejores prosistas nunca han tenido demasiada paciencia mimar la carpintería del relato. De ahí que por muchas y bien justificadas razones sea primo hermano de Raymond Chandler. No es sólo que escriba como los dioses. Sino que siempre tuvo cosas que contar. En lo personal derrocha una generosidad poco frecuente. Su carisma arrolla. Y escribir sobre Raúl del Pozo es hacerlo, también, sobre 50 años de periodismo y política, sobre las redacciones y la farándula, sobre Ruano y Emilio Romero, sobre Pueblo, Mundo Obrero, El Independiente, El País, El Mundo…, sobre Paco Rabal, Cela, Umbral, Vicent, Tito Fernández, Jesús Aguirre, Manuel Aleixandre, el PCE, la tertulia de la Juventud Creadora del Gijón y la de los actores, sobre la Junta Democrática y el 23-F, París y etc. Raúl es ese raro caso de hombre capaz de meter toneladas de arte en la escritura pero también en la vida. No está bien que uno celebre sus propios libros. Pero si hablas del «mejor de todos nosotros» (Manuel Alcántara dixit), si glosas el cegador talento, la dulzura secreta y el ingenio atómico de un «disidente puro», como dice mi buen amigo Aldolfo Belmonte de Rueda, supongo que sabrán perdonarme.