Opinión

Memoria distópica

Debe ser de las pocas veces que tenemos ocasión de vivir en una distopía. Tanto hablar de ellas hasta que nos han atrapado. El cuento de la criada y esas historias que nos sorprenden tanto. oh, qué miedo, el mundo al revés, la democracia liberal en peligro, quién lo diría. Ese posible futuro resulta presente revolucionando todas las leyes científicas. No hay que imaginar que vienen los bomberos de Bradbury. Ya están aquí, vemos el humo y huele como el pedo de Venus, ajo para espantar vampiros. La vida no luce buena fragancia. Hasta los muertos gastan mejor colonia. La Gran Hermana Carmen Calvo vigilará que los escolares aprendan democracia totalitaria, todos votan pero los que imponen la realidad son los que se sientan alrededor de un moño, un tótem, Stonehenge de Galapagar. Nos pueden nominar por no seguir el credo que dicta la Iglesia de la Verdad Absoluta y sus grandes sacerdotisas. Al cabo, el Gobierno actúa como los negacionistas del coronavirus y las grandes sectas, que no dejan de ser una caricatura progre de la bruja Avería. Vuelven la cabeza ante una realidad que no les gusta. Quieren ser capitanes a posteriori. Es como si Miguel Bosé realmente fuera el ministro de Cultura. Inventan una memoria pata negra y se destierran las demás. El Gobierno ha decretado el Alhzéimer de la Historia, una enfermedad por la que un día miraremos los libros y no reconoceremos a los héroes ni a los villanos porque los buenos que eran malos serán muy buenos y los malos que eran buenos serán peor. Lo más inquietante es que no nos reconoceremos nosotros mismos. Todo esto ocurre delante de lo que vienen siendo nuestras narices. Un día se preguntarán los estudiosos, si es que para entonces alguno queda, en qué momento cambió España y se convirtió en una rareza ensimismada en las pelusas de su ombligo. Y aún siendo todo lo anterior espeluznante, lo peor de todo es que se quiera mentir de tal manera que se invite a hacerlo a la Justicia. La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad ¿recuerdan? será lo que la Grandes Hermanas decidan. Franco existió, media España fue franquista y la otra media se apuntó a la revolución. Y todos llevaban gastadas las suelas de los zapatos.