Opinión
El equilibrio de la libertad
Decía Raymond Aron que era más sencillo definir la democracia liberal atendiendo a sus instituciones que tratando de explicar sus ideas trascendentes y ello por sostener que la soberanía, el pueblo, la libertad, la igualdad son conceptos sobre los que es difícil ponerse de acuerdo. Desde su traducción institucional es más fácil, la democracia liberal es un sistema de competencia pacífica por el poder, una competición o contienda que se articula sobre la base del respeto al adversario y el respeto al método democrático. Yo creo que la democracia liberal, y el liberalismo por extensión, sí puede ser definido por sus ideas y valores, y ello, porque son universales, incontestables y no existe mejor alternativa. En su refuerzo acude la idea de que los logros en derechos humanos en igualdad de oportunidades, en el respeto al individuo y a sus ideas han triunfado frente al despotismo y el fracaso económico de los países comunistas.
Isaiah Berlín afirmaba que «algunos seres humanos han preferido la paz de la cárcel, una seguridad satisfecha y una sensación de haber encontrado por fin el puesto adecuado que uno tiene en el cosmos a los dolorosos conflictos y perplejidades de la desordenada libertad del mundo que está fuera de los muros de la prisión». Los que somos profundamente liberales defendemos que si algo es contrario a la libertad es el muro de la cárcel que suple el ejercicio arbitrario del poder en el que siempre desembocan los políticos populistas que, henchidos de una superioridad moral o visceral, da lo mismo, desean todo aquello que impongan sus tan inamovibles como raquíticos valores. Los detractores de izquierda y de derecha contrarios al liberalismo coinciden en defender sociedades cerradas y relatos colectivistas, para el populismo, para los enemigos de la libertad de pensamiento, el liberalismo será siempre el sospechoso a quien atribuir todos los problemas del pasado, presente y del futuro.
En política hay dos opciones que describen a quienes las ejercitan, los que hacen política para todos y los que hace política contra todos, los primeros suelen comprender a los segundos, los segundos demonizan a los primeros; confunden el amplio espectro con la cobardía, y la valentía con la miopía política. Algunos creen que los principios y valores solo se pueden defender desde el extremismo, y no caen en la cuenta que solo desde la concordia y el entendimiento se puede salir de la cárcel del extremismo, no se dan cuenta que la mejor forma de afirmar un modelo basado en la liberta individual es precisamente creer en el individuo y en su libertad frente al populismo y al colectivismo en el que acaban encontrados todos los extremos. El liberalismo es una doctrina que no tiene respuestas para todo, como pretende el marxismo, y admite en su seno la divergencia y la crítica, a partir de un cuerpo pequeño pero inequívoco de convicciones. La libertad es el valor supremo y no es divisible y fragmentaria, es una sola, y debe manifestarse en todos los ámbitos, el económico, el político, el social y el cultural, la libertad se defiende frente a todo.
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