Opinión
La lengua y Juan Boscán
Joan Boscà o Juan Boscán, fue un reconocido poeta catalán, nacido en Barcelona en 1487 en el seno de una familia de letrados y mercaderes, que sirvió en las cortes de Fernando el Católico y Carlos I desde 1514, y fue preceptor del Gran Duque de Alba. En 1539 abandonó la corte y se estableció en Barcelona, esposándose con Ana Girón de Rebolledo; dama valenciana que tuvo un papel esencial en la publicación del legado literario de su esposo, bajo el título «Las obras de Boscán y alguna de Garcilaso de la Vega».
El matrimonio Boscà y Girón convirtió su casa en el centro de la tertulia literaria más celebrada de las últimas centurias, donde se hizo visible el intercambio cultural entre la cultura castellana y catalana y que se resume con la presencia habitual en las tertulias del literato y «Batlle General de Catalunya» Jeroni Agustí i Albanell y la del poeta granadino Diego Hurtado de Mendoza.
A Boscà se le debe nada menos que la introducción en España del verso endecasílabo y las estrofas italianas, como el soneto, la octava real, el terceto encadenado, y la canción en estancias. En su lírica se encuentran unidas con gran acierto las más puras imágenes petrarquistas junto al enfoque de Ausias March, autor al que Boscà impulsó en las primeras ediciones barcelonesas en catalán de 1543 de las obras de March, con lo que sentó también las bases de la influencia del poeta valenciano en la lírica castellana, consiguiendo que a mediados del siglo XVI hubiese lectores castellanos y catalanes de los poemas originales de March.
Boscà representa a la perfección el sentimiento de pertenencia a la catalanidad como expresión de su indiscutible hispanidad. El castellano y el catalán han convivido pacíficamente en Cataluña, Baleares y Valencia durante centurias, hasta que el separatismo ha decidido usar la lengua para destruir la unidad de España. Con especial virulencia en los últimos años.
La semana pasada, el Gobierno de España, con la intención de aprobar los presupuestos concedió, a ERC y al separatismo, una gran victoria al eliminar de facto el castellano de la enseñanza. Fue durante la Ponencia de la Comisión de Educación, donde se aprobó una enmienda transaccional acordada entre PSOE, Unidas Podemos y ERC, en la conocida como reforma educativa de la «ley Celaá», decidiendo no incluir al castellano como lengua vehicular y dejando en manos de las comunidades autónomas la capacidad de controlar si se enseña en castellano en las escuelas con lengua cooficial y no habilita ningún mecanismo para que, desde el Estado, el castellano pueda utilizarse como lengua vehicular.
El movimiento separatista en Cataluña ha logrado articular un discurso conceptual y emocional altamente eficaz, en el que la lengua ha sido el factor clave que ha marcado, durante décadas, las líneas del debate de la agenda política catalana, y de forma intensa y eficaz, en los últimos 10 años, dejando sin relato constructivo a los que defendemos la unidad de España. A finales del 2020 el 90% de los que tienen como lengua materna el catalán se sienten sólo catalanes, el 80% de los que tienen como lengua materna el castellano tienen un sentimiento dual, de sentirse tan catalanes como españoles y es que la aventura secesionista ha provocado una división de la sociedad catalana marcada por una frontera etnolingüística.
De la misma forma que Joan Boscà asumió con naturalidad el uso de las dos lenguas y el hecho de que ser catalán no es algo opuesto a ser español, sino precisamente una de las maneras en que cada uno puede manifestar su patriotismo dual, los separatistas se han refugiado en el nacionalismo lingüístico y étnico para erradicar la lengua común con el beneplácito del PSOE. El problema es la lengua.
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