Opinión

Los «muy cafeteros»

La carta enviada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a la militancia de su partido, tras las criticas por el acercamiento a Bildu, ha brindado interpretaciones para todos los colores, pero sobre todo ha vuelto a poner en evidencia esa obstinación recurrente de algunos por meter en el mismo saco a simpatizantes, votantes y militantes de una determinada formación política. Si hay algo a lo que no se ha visto precisamente obligado el también secretario general del Partido Socialista es a justificarse ante unos afiliados, que no solo pasan por ser los realmente «muy cafeteros» en la masa social del PSOE, sino que entre otras cosas son los que, en contra de la línea marcada por el aparato en una formación donde desde siempre quien se movía no salía en la «foto», volvieron a poner con sus votos en primarias a Sánchez al frente de Ferraz, no demasiado tiempo después de que el poder interno le diera una patada allá donde no da el sol para, haciéndole practicar vuelo sin motor, alejarle del «machito» socialista un 1 de octubre ya marcado con tinta especial en la historia de este partido.

El jefe del ejecutivo no se vio obligado a mandar una carta de «excusatio» a quienes son su verdadero sostén y en quienes desde las pasada primarias se depositó un poder plebiscitario que ha dejado en muchos casos maniatado al Comité Federal, ya saben, ese máximo órgano de dirección entre congresos en el que los «barones» campaban con notable influencia en otro tiempo y que ahora difícilmente incluso llega a reunirse. La misiva ha tenido mucho más de intento para mantener alta la moral de la «tropa», pero sobre todo ha tenido como primer objetivo decirles a sus bases esas cosas que siempre gustan de oír. Valgan como ejemplos palmarios el animo para que denuncien una supuesta conspiración de sus adversarios contra el gobierno «progresista», el que considera intento de la derecha por utilizar el terrorismo del pasado como arma política o las comparaciones entre los modos de Donald Trump –el ahora muy acuñado «trumpismo»– y la oposición parlamentaria.

El presidente y secretario general del PSOE tiene no pocos flancos abiertos, sobre todo hasta que consiga coser el muñeco de los presupuestos, pero que nadie se engañe, entre ellos –porque una cosa es el votante y otra muy distinta el militante– no se encuentran unos afiliados siempre más proclives –recuerden– al «con Rivera no».