Política
El desastre del centro derecha en Cataluña
La gran victoria del inquilino de La Moncloa estará en el desastre del centro derecha en Cataluña que podría tener su colofón si Vox consigue superar al PP
Dentro de pocos meses, Cataluña marcará el futuro del centro derecha español mucho más de lo que sería de esperar en unas elecciones de estas características. No hay que restarle importancia, por supuesto, a los efectos que tendrá en otras formaciones. El PSOE parte de una situación muy favorable y nada indica que vaya a retroceder, sino que incrementará su resultado e incluso puede soñar con la posibilidad de un tripartito con ERC y En Comú Podem, la marca asociada a Pablo Iglesias y liderada por la poderosa e independiente Ada Colau.
A pesar de su alma centralista, el líder absoluto de Podemos tiene que aceptar que la alcaldesa de Barcelona tenga su peculiar reino de taifas dentro del complejo mundo podemita. Es su igual, le guste o no, y siempre ha hecho de tripas corazón en las complejas relaciones que mantiene con ella y su equipo. Es un espacio donde reina la confusión y es una casa común, tanto a nivel nacional como catalán, donde caben las más diversas sensibilidades de la izquierda más allá del PSOE. Hay socialismo radical, comunismo, populismo, anarquismo, antisistema… vamos, una auténtica empanada ideológica cohesionada alrededor de la marca Colau.
Es algo similar a lo que sucede con Unidas Podemos y el hiperliderazgo de Iglesias, donde a ambos les une la ambición por el poder y haberse convertido en una eficaz agencia de colocación siguiendo la misma línea que el denostado sistema que tanto criticaban. Por supuesto, mantienen las reivindicaciones contra la monarquía burguesa, el capitalismo y el blablablá progresista propio de los pijo progres, aunque ahora reciclados gracias a unos cargos y sueldos que les han otorgado un estatus económico que nada tiene que ver con lo que tenían cuando saltaron a la política para salvar a la clase trabajadora y conducirnos a la distopía revolucionaria.
El PSC de Iceta da de si lo que quiera Sánchez, que ahora es su líder auténtico y su mayor activo electoral. Nunca el socialismo catalán había alcanzado una cota de dependencia tan grande, ni siquiera en tiempos de Felipe González y Alfonso Guerra. Es verdad que también es la consecuencia de no contar con líderes con carisma. Les falta una Ada Colau o, como le hubiera gustado al presidente del Gobierno para su partido en Madrid, una Carmena. Estos liderazgos planitos, instalados en un gris insufrible, que se han enquistado en la política explican la dispersión del voto que sufrimos desde hace tiempo.
El frente independentista se ha convertido en un galimatías impresionante. El espacio postconvergente anda a la greña y es su mejor pasaporte a la hora de ceder a ERC la victoria y, por tanto, la presidencia de la Generalitat. Esto no descarta que se repita la actual coalición de gobierno, salvo que la formación de Junqueras sume con el PSC y En Comú Podem. A Sánchez le viene bien cualquier resultado, porque el independentismo ya está domesticado y sirve bien a sus intereses. No es casualidad que el presidente del Gobierno haya cedido tantas bazas a ERC en la negociación de los Presupuestos Generales con el fin de fortalecer su candidatura en las catalanas y ayudarle a liderar el espacio independentista. Sánchez es mucho más listo de lo que creían sus rivales a la hora de defender sus intereses.
No obstante, la gran victoria del inquilino de La Moncloa estará en el desastre del centro derecha en Cataluña que podría tener su colofón si Vox consigue superar al PP. Los constitucionalistas tuvieron su gran oportunidad en las anteriores elecciones con la victoria de Ciudadanos, pero los votantes no sabían que Cataluña para Rivera y Arrimadas era meramente instrumental. El objetivo era gobernar España, aunque todo fue finalmente un fiasco y ahora Rivera se ha reciclado como abogado, que incluso tiene por cliente al PP, y su antaño devota escudera anda persiguiendo su supervivencia y la de su equipo. Con el tiempo, el bueno de Albert recibirá la oferta de Casado de volver al PP de su juventud. Ciudadanos se encuentra en horas bajas. Después de la fulminante depuración de Lorena Roldán para poner a dedo a Carrizosa, que es uno de los fieles de la «ciudadana de hierro», así como los errores en la negociación de los Presupuestos y su entreguismo con La Moncloa es fácil augurar una caída espectacular.
En cambio, Vox se encuentra en su mejor momento y no hay duda de que conseguirá un buen resultado, porque no tiene representación y lo podrá vender como un gran éxito que puede ampliarse si se confirman algunas encuestas que le dan por delante del PP. Es cierto que la mejor encuesta es el día de la votación, pero soñar es gratis. En cambio, la situación para los populares es más preocupante. Nada indica que pueda obtener un buen resultado como sucedió en la época de Alicia Sánchez-Camacho, que fue el mejor que ha obtenido esta formación en unas catalanas, y solo puede aspirar a salvar los muebles si se sitúa por delante de Vox. No consigue atraer el voto constitucionalista del centro derecha catalán y es algo sobre lo que tendría que reflexionar.
Es verdad que desde los tiempos de AP no consigue encontrar la fórmula, y eso que las ha probado todas, aunque generalmente con poca convicción y menos continuidad. Nunca ha existido un proyecto sólido y creíble. En cambio, Rivera lo consiguió, pero su falta de interés y su desbocada ambición hizo que lo malograra. Todo hubiera sido distinto manteniendo a Arrimadas, pero el sueño de La Moncloa los deslumbró y prefirieron el camino fácil que les ha conducido al desastre. Es curioso que pase lo que pase el seguro ganador es Pedro Sánchez, porque conseguirá domesticar finalmente al independentismo y contemplar el desastre que cosechará su oposición en el Congreso.
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