España

Acción exterior española

Los fracasos en las candidaturas de españoles a presidir o integrar organismos internacionales es una prueba de la poca capacidad y del escaso empuje que tiene nuestro país

Hace tiempo que España está enfrascada en asuntos de carácter interno y descuida componentes de su política exterior. La tranquilidad y el sosiego son aspectos esenciales para el diseño y ejecución de una acción exterior tangible y eficaz. Los fracasos en las candidaturas de españoles a presidir o integrar organismos internacionales es una prueba de la poca capacidad y del escaso empuje que tiene nuestro país en la escena internacional y, lo mismo sucede con las oportunidades perdidas para que se establezcan en España sedes de instancias de alcance internacional.

Fue un acierto no eliminar del organigrama del Ministerio de Asuntos Exteriores las especiales relaciones que España debe tener en el espacio iberoamericano, pero la incertidumbre que rodeó este asunto reveló vaivenes y contradicciones que no son buenos en política exterior. Se debe asumir que nuestra posición en la escena internacional está bastante condicionada por la pertenencia a la Unión Europea pero ello no obstaculiza para que se adquiera cierta autonomía en aquellos ámbitos, espacios y materias que interesan singularmente a España.

La política exterior no se construye solo a través de la retórica, que es necesaria para crear una atmósfera favorable sino también, y sobre todo, por la obtención de resultados concretos. Por ello, sin abandonar otros focos de la atención, España debe seguir ocupando su lugar en la Unión Europea, que ahora se podría ver acrecentado como consecuencia de la salida del Reino Unido y, así, debería llevar a cabo cuantas actuaciones sean posibles para profundizar su papel en el esquema de integración. Las relaciones en el espacio iberoamericano son primordiales para nuestro país y es imprescindible alejarse de cualquier motivación ideológica.

Eso sí, la defensa de la democracia y los derechos humanos deben ser guías y límites de nuestra acción exterior. En cualquier caso, ha llegado el momento de que España proporcione un especial cuidado a su política exterior y que afiance su posición en la escena internacional. La resolución de los problemas internos es plenamente compatible con una acción exterior única, coherente y eficaz en defensa de los intereses de España.