El Gobierno de Pedro Sánchez

La fiesta de la nueva España

A partir de ahora, la comparecencia del presidente del Gobierno a fin de año consistirá en la presentación de un informe en el que sus propios servicios monclovitas, con unos cuantos académicos seleccionados por esos mismos servicios, evaluarán el cumplimiento de sus promesas por el compareciente, que es el jefe de esos mismos servicios y del selecto grupo de expertos y expertas que se han prestado al juego…

Hay que comprenderlos. No es un juego menor. Pedro Sánchez, con el segundo o tercer principio del fin de la pandemia y el nuevo ejercicio de autopropaganda que llama rendición de cuentas, sigue inaugurando la Nueva Era de la historia de España. Que ya lo hiciera en verano, cuando salíamos «más fuertes» de la Covid-19 y el mismo Sánchez nos invitaba a «disfrutar», no importa. La Nueva Era ha sufrido algunos percances en sus primeros pasos, pero sigue progresando.

El caso es que la comparecencia de ayer dio otra vez por cerrado el capítulo de la enfermedad. Alguna mención muy de pasada y a toda prisa al sufrimiento de sus compatriotas, ninguna a los fallecidos (que ya tuvieron su ceremonia: la neopagana, la otra no cuenta), ninguna tampoco al descontrol, a la descoordinación, a los retrasos, a los fallos. La ejecutoria, desde esta perspectiva, es ejemplar. Nadie lo ha hecho, ni lo podía haber hecho mejor que Sánchez. Al menos nos ahorró su mención a las trescientas o cuatrocientas mil vidas que salvó.

Por lo que se ve, el informe no hace referencia a las promesas de la campaña electoral, como la de no gobernar con UP: al parecer, esas no cuentan para los académicos expertos al servicio de la Moncloa. No importa, con el 23 por ciento de las restantes ya cumplidas y las que quedan ya adelantadas, nos encaminamos a golpe de trompeta triunfal a una Nueva España. No sólo hemos dejado atrás la pandemia, también estamos a punto de apartar los últimos años de enfrentamientos entre territorios.

Es lo que significa la indicación acerca de los indultos de los secesionistas encarcelados, un objetivo más próximo desde ayer. Sánchez facilita la campaña a ERC, consolida la estrategia del PSC, deja en la cuneta a lo que vaya quedando de JxC y, sobre todo, manda una señal potente –una más– acerca de la nueva España: una España postnacional gobernada (en modo «gobernanza») por un Estado compuesto, como gusta de decir el ministro de Sanidad.

Quedan muchos elementos por dilucidar. Algunos se aclararán con la ley sobre la Corona, que apuntalará, sin necesidad de cambiar la Constitución ni variar la unidad formal del país, las nuevas funciones de la institución nacional por excelencia. A Sánchez le deben de caber pocas dudas de que sus aliados (nacionalistas, independentistas y filoetarras), así como sus socios de Unidas Podemos aceptarán este nuevo estado de cosas. Consagra el fracaso definitivo de España como nación y entroniza otro. Las únicas naciones son las naciones nacionalistas mientras que la nación histórica y constitucional queda vaciada, nunca mejor dicho.

Dos apuntes permiten cerrar el panorama. Uno, más breve, dedicado a sus socios podemitas a los que Sánchez aplica lo de la ciencia y la experiencia: seguiremos asistiendo al aprendizaje del gobierno de coalición. El otro apunte, más subrayado, va destinado al Partido Popular: el partido de la crispación, la bronca y el pesimismo, ajeno y contrario a la felicidad que la Nueva España de Sánchez le brinda.

Por algo lleva Sánchez dos años esperando a que Casado se decida a aceptar su invitación. Es el nuevo régimen, del que sólo queda excluido quien quiere quedarse fuera. ¿Por qué se seguirá empeñando el PP en no sumarse a la fiesta de la nueva España?