Política

Un balance triunfalista

No conozco ningún presidente del gobierno que no realice un balance triunfalista de su gestión. No hay más que acudir a la hemeroteca y constatar que siempre se lanzan mensajes positivos. Esto sucede, incluso, en los momentos peores, porque en estos casos se mira hacia el futuro como expectativa ilusionante ante un escenario malo que se intenta concluir. La autocrítica, en las escasas ocasiones en que se produce, se camufla con anuncios o soflamas. A estas alturas, supongo que el político considera que forma parte del guión. La intervención de Sánchez se desarrolló según lo previsto, sin ninguna sorpresa, y con la indudable capacidad comunicativa que ha ido adquiriendo con el paso del tiempo. Me parece un error tanto la euforia triunfalista de los neosanchistas ansiosos de recibir el afecto monclovita como la descalificación burda y excesiva de sus enemigos. Es cierto que ambas tendencias han sido sufridas por todos los presidentes del gobierno desde la llegada de la democracia. El término medio es poco habitual y Sánchez está acostumbrado. No es ni un estadista, a pesar de la corte de hagiógrafos y palmeros, pero tampoco el sujeto mediocre desprovisto de cualquier atributo positivo que pretenden sus adversarios.

El contenido de la apoteosis sanchista se puede consultar en la página web de la Moncloa que, en un golpe de efecto, cuenta con expertos que su excelsa gestión. Lo importante siempre es buscar el efecto propagandístico dirigido a sus electores y mi impresión es que ha funcionado, porque Sánchez no pretende convencer a los votantes del centro derecha sino a la izquierda. Por ello, el estado de permanente confrontación beneficia tanto al PSOE como al PP, porque mantiene el efecto movilizador. Sánchez saca a pasear el espantajo de «cuidado que llega la ultraderecha» o «el PP está condicionado por Vox», mientras que Casado advierte del sometimiento del presidente a los deseos de comunistas, independentistas y bilduetarras. El resultado final de la legislatura se resolverá en función de la capacidad movilizadora de los afines. La potencia propagandística y la capacidad comunicativa de la Moncloa es enorme y su actual inquilino y el equipo que le rodea saben hacerlo con gran eficacia. No se puede decir de lo que hizo el PP durante los dos periodos que ostentó la presidencia del gobierno. Sánchez está feliz en La Moncloa y se le nota. Ahora todo depende de la llegada del mana de la UE y el chorro de millones del BCE. Esta deuda disparada es lo que permitirá afrontar con éxito la crisis en 2021 y garantizar su victoria en 2023.