Opinión

Hagamos 2021

En el 2020 nos sobrevino una experiencia absolutamente extraordinaria. Esta pandemia mundial que nos diezmó, nos acongojó, nos humilló y quizá, ojalá, nos humildó. Sé que no existe esa palabra pero no me sale otra. Lo que quería decir es que la vida no nos permite sentar el trasero ni siquiera en la yerba. La vida, cuando menos te lo esperas, y seguramente por manos furiosas de hombres y dioses, te envía una peste para que no te creas que eres un dios ni una diosa. Y las personitas, nimias y chulas, gritamos a los cielos, exigimos a la ciencia, hablamos por hablar y morimos sin compañía. Algunos casi desde el principio lo negaron. A mí me va a matar un virus chino, estaría bueno. Pero resultó que sí, que mataba a la abuela, a la madre, incluso llegó hasta ti y te dejó sin aire. Entonces, sin saber cómo actuar y sin que los sabios se pusieran de acuerdo, nos pusimos guantes para coger naranjas en los supermercados. Luego, asombrosamente, llegaron las mascarillas y se hicieron obligatorias. No sabíamos ni cómo llevarlas hasta que aprendimos y las confeccionamos a juego con nuestra vestimenta. Y los gobiernos nos encerraron en casa, como a pobres canarios. Y cantábamos desde la jaula mirando la calle. Y después abrieron la portezuela y quisimos pensar que la libertad nos hacía de nuevo humanos infalibles. Los últimos días del 2020 le echamos la culpa al año viejo y, como bobos que somos, le deseamos que se fuera. Ya ha llegado el 2021 y la pálida no ha pasado. Porque el cambio no está sólo en desear, sino en hacer. De modo que hagamos para cambiar lo que somos. Y lo que nos asola.