Opinión

El debate de la «Sección 230»

Trump está censurado, mientras dictadores se encuentran omnipresentes

Los sucesos vinculados a las elecciones presidenciales en EE.UU., culminados con el inexplicable asalto al Capitolio durante el debate para la proclamación del presidente electo, han tenido el epítome final de la suspensión indefinida del acceso a Twitter y Google por parte del todavía presidente.

Ello está precipitando un justificado debate sobre los límites de la censura a la libertad de expresión en las redes sociales, caracterizadas por su inmediatez en la transmisión de la información, y que actúan en la práctica como auténticos oligopolios a nivel mundial en un ámbito tan sensible. Este debate ya está presente desde hace meses en EE.UU. en torno a la conocida como «Sección 230» de la Ley de Decencia en las Comunicaciones, que exime de responsabilidad a los gigantes tecnológicos por el contenido que transmiten en sus plataformas.

En la práctica, permite a esos operadores censurar y decidir qué es ético, qué fomenta el odio, qué es peligroso socialmente… y, así, tenemos situaciones paradójicas: Trump está censurado, mientras dictadores comunistas –desde Kim Jong-un a Maduro– se encuentran omnipresentes en las redes; o huidos de la justicia por sedición, disponen de sus altavoces mediáticos con los que están en campaña continua contra el Estado de derecho español.

La 230 considera las plataformas como «transmisoras y no editoras» de contenidos, eximiéndoles de toda responsabilidad, pero convirtiéndolas en realidad en monopolizadoras e inquisidoras absolutas de la corrección política. O editoras responsables de la información, o irresponsables meras transmisoras: una cosa u otra. Ese es el debate.