Opinión

Biden, mal menor

El planeta se detendrá unas horas en la que todavía es capital del imperio. El señor Biden se mostrará ante el mundo como el redentor de los pecados de Trump, convertido al final en el Puigdemont americano, con la venia de Pablo Iglesias. Trump, al menos, es republicano.Vuelven los demócratas, vuelve Hollywood, de Tom Hanks a Lady Gaga, que convertirán en una entrega de los Oscar sus deseos de hormonarnos a todos con su cháchara ofendida y santurrona. Lo peor del lado todavía constitucional de Estados Unidos es que se olvida de que el cateto también es americano y que por muchas Converse que calce la «Vogue» Kamala Harris lo que fastidia al que lleva peto vaquero es que le claven indiferencia con zapatos de tacón. Al cabo, el inefable Trump no nació de la nada sino de la inseminación auspiciada por los guiones de Netflix y la censura política de los aliados de Zuckerberg, la manera «cool» de implantar un régimen totalitario amable a la manera de sectas floridas. Que el malo creció por culpa del pijismo obsceno del tipo de Hillary Clinton, que viene a ser una versión cinemascope de lo que pasa aquí. Biden tiene entre sus manos arrugadas y esa pinta de senador romano en Irlanda reconducir una democracia descarrilada sin abominar de los que votaron al adversario y que le consideran un presidente ilegítimo, y no se bajarán de la burra, más bien del burro, hasta que no les demuestre que están equivocados.
Es fácil echar espumarajos por la boca ante Trump, todos hemos caído en la trampa alguna vez, lo complicado es pasar pantalla del pedo, caca, culo y pis y ponerse a analizar qué vaginas pasa. El ya casi ex presidente ha regalado a los medios unos años en los que cada día explotaba la jaula de cristal, sin apenas respiro; será complicado no sucumbir a la tentación de fabricar espectáculo. Nuestro mundo no se irá definitivamente al garete si el nuevo mandamás no se deja llevar por los demonios y es capaz de confesarse, como buen católico, de que no es momento para experimentar con gaseosa profunda, y si en su plegaria añade que él es, al cabo, el mal menor. Hasta entonces, no dormiremos en paz. Por si acaso, no dejo todavía las pastillas.