Coronavirus

La picaresca nacional

Hay muchos pícaros que no se sienten llamados como tales, pero que los encontramos en las empresas, la política y la vida personal.

Uno de los momentos cumbre de la historia de la cultura universal, no solo española como es evidente, es el Siglo de Oro. España realizó una labor extraordinaria de difusión cultural y cristianización que hace que nos tengamos que sentir orgullosos. Es cierto que hubo algunos excesos en los inicios de la colonización de las Américas, pero nada que ver con los horrores y la opresión que sufrían sus habitantes de manos de los brutales y crueles aztecas o incas. Y fuimos, por supuesto, más integradores y respetuosos con los derechos humanos, por citar algunos ejemplos, que los británicos en el norte de América, la India y otras colonias o los belgas en el Congo. Es cierto que nuestros enemigos extendieron las mentiras de la Leyenda Negra, que ha sido abrazada con inusitado fervor por los historiadores marxistas, y algunos que no lo son, así como los pseudohistoriadores que confunden la labor académica con el activismo político.

El subgénero literario de la novela picaresca es de una calidad e interés extraordinario que ha influido decisivamente en numerosos escritores desde entonces. El pícaro no fue un personaje inventado, sino que existía entonces y sigue existiendo actualmente. Hay muchos pícaros que no se sienten llamados como tales, pero que los encontramos en las empresas, la política y la vida personal. Es cierto que leíamos en aquellos clásicos de antaño algo que despertaban una cierta simpatía. En cambio, algunos caraduras actuales son personajes deleznables. Entre ellos podemos incluir a los defraudadores, no me refiero a los que cometen errores o sufren la voracidad de Hacienda en las interpretaciones de las normas fiscales. Están los que se aprovechan de los cargos en las empresas, con una desvergüenza sin límites, y luego traicionan la confianza recibida e incluso a quienes les otorgaron nombramientos para los que no tenían mérito.

Están los compinches que se alían para cobrar comisiones o regalos indebidos. Por supuesto, los que se benefician de los cargos para promocionar a parejas o amiguetes. Los que cobran comisiones ilegales a costa de sus empresas o buscan vericuetos para beneficiarse de ventajas sanitarias cuando tienen una enfermedad y recibir aquello que no les corresponde. Los desleales son, también, un tipo de pícaros modernos. La pandemia nos ha traído más pícaros, como los que burlaban las normas para pasear los perros de los vecinos con el fin de saltarse el confinamiento. La variedad que ofrece nuestra sociedad es enorme, pero ahora tenemos los que se vacunan por la cara. No están en un grupo de riesgo, pero han decidido utilizar los cargos en su beneficio personal.