Coronavirus

¡Los que hacéis colas en el mundo, uníos!

Es evidente que voy a hacer cola para la vacuna. La pregunta no es si eres casta o pueblo, la pregunta es si eres de los que hace cola o no

Lo peor de hacer cola en las puertas de las discotecas era que cuando llegaba tu turno, el matón del portero te decía que no podías pasar porque llevabas zapatillas. Habían entrado ya tus amigos, habían pagado la entrada y ahí estabas tú, en la puerta, recién cumplida la edad legal, dispuesto a abonar el desorbitado precio que te daba derecho a dos copas con garrafón y, van y no te dejaban pasar porque llevabas zapatillas. «¡Pero si acabas de permitir la entrada a un grupo de chicas en zapatillas y sin pagar!», gritabas tú, como si, en aquellos tiempos, no supieses ya que los porteros de discoteca sólo hablaban un especial lenguaje de signos: te pego o no te pego.

Así que te ibas a casa con la certeza de que tus amigos, ante la llamada de la música, el alcohol y un improbable ligue, se habían olvidado de ti con una rapidez hasta dolorosa; que el machismo, a veces, mostraba su cara más extraña, que te tenías que comprar unos zapatos y que la noche que prometía había durado una insoportable hora de cola.

La vida, aprendiste rápido, es lo que pasa entre cola y cola. He guardado la cola en las discotecas, ante la caja del supermercado, en la pescadería, en la carnicería, en la panadería. He guardado una hora de cola para que mi hijo se monte un minuto en una atracción y al bajar, ¡he tenido que hacer cola otra vez!

He guardado horas de cola, y de madrugada, en Urgencias, cuando llegaba con lo que creía que era urgente y resulta que, en comparación con los que estaban allí, se arreglaba con una tirita.

He guardado cola para apuntarme a clases de inglés que no me apetecían, para comprar entradas de conciertos, para sacarme el pasaporte, para ir a las rebajas, para comprar libros de texto, para jugar al fútbol. He hecho cola para coger autobuses llenos de gente sudorosa a primera hora de la mañana, con legañas en los ojos y he hecho cola para cogerlos a última hora de la noche, con los ojos enrojecidos. He estado horas haciendo colas en el coche, en atascos, para ir a pasar calor en la playa.

He hecho colas desasosegantes o inútiles u obligadas: hace veinte años hice cola en un concierto de Alejandro Sanz en la que sólo había chicas adolescentes esperando al ídolo: ni una se dio cuenta de que yo existía. Hice cola a las cuatro de la mañana de un septiembre en Periodismo para que no me quitasen las asignaturas de libre elección más fáciles (esto... quiero decir, las que me iban a servir en mi profesión).

Me he dejado años de mi vida viendo la espalda de los de delante y ahora se me van las horas en colas virtuales dando al F5.

Es evidente, por tanto que voy a hacer cola para la vacuna. La cola más larga de mi vida. La pregunta no es si eres casta o pueblo, la pregunta es si eres de los que hace cola o no.