Coronavirus

Frío

«Mi madre recuerda con más fuerza el frío que el hambre»

En el Hamburgo de la Segunda Guerra Mundial se vivía a oscuras, ni había luz eléctrica en las casas ni quedaban cristales en las ventanas, que mi abuelo había cubierto con cartón, para que el hálito de la nieve no congelase a la familia. Hacía tanto frío por las noches que el agua de la cisterna se congelaba. También ocurría con los cubos que había que acarrear desde la fuente y que hacían una capa de cristal durante el trayecto a pie. No había combustible para la hermosa salamandra de azulejos, ayuna de carbón, y los vecinos habían talado los árboles de la calles, para poder encender la cocina. Mi abuela metía entre los rescoldos un par de ladrillos y los refugiaba entre las sábanas para que la tremenda humedad del Elba no se pegase del todo a los huesos. De todas formas dormían vestidos, listos para bajar deprisa al sótano cuando sonaban las sirenas por la llegada de los aviones aliados. Siendo niña recorrí todavía el refugio antiaéreo. Olía a moho y guardaba un espeso silencio fresco. Una pesada puerta de metal gris se cerraba con manivela, acotando un espacio de cuatro por cuatro metros de ambiente abisal, donde los vecinos se agolpaban con almohadas y alguna silla. Los niños jugaban. Mamá no lo recuerda con tristeza, la infancia es un espacio intacto, incluso en mitad de la guerra, donde una muñeca es un bebé real y un coche de madera, un brillante automóvil, aunque estallen alrededor los proyectiles. Unos kilómetros más allá, la ciudad era pasto de las llamas de fósforo, los vecinos saltaban por las ventanas a los canales y sólo conseguían abrasarse más. A veces, durante el día, los chavales se escapaban a los edificios derrumbados y prohibidísimos y encontraban un botiquín para jugar o una pelota. Eran nevadas épicas las de aquellos años, pero también feroz la determinación de los vecinos para trazar caminos y abrir el paso. De todas formas, mi madre recuerda con más fuerza el frío que el hambre. Quizá por todo esto es incapaz de sentir miedo en la pandemia.