Coronavirus

El Covid-19 y la desigualdad

Las epidemias han sido uno de los más potentes motores del impulso de la igualdad económica

Aunque a algunos les pueda parecer sorprendente, la pandemia del Covid-19 está dejando entre sus frutos una atenuación de la desigualdad económica internacional. Cierto es que se trata de un proceso aún inacabado y que, dependiendo del curso de los acontecimientos, podría verse revertido en el futuro. Pero, de momento, tal como ha argumentado y verificado empíricamente el premio Nobel de Economía Angus Deaton en un trabajo escrito junto a Leonard D. Schaeffer, lo cierto es que el virus ha tenido unos efectos negativos más intensos en los países ricos que en los pobres, y que de ello se ha derivado una cierta aproximación entre ellos en cuanto al nivel de renta por habitante.

Deaton y Schaeffer fundamentan esta conclusión en la constatación de que los países ricos son los que han registrado más muertes por millón de habitantes y, en consecuencia, han experimentado los mayores niveles de retroceso en su actividad económica. En los países pobres la epidemia también ha dejado un rastro de muertes, pero menos intenso, y como resultado la afectación de su economía ha sido menor que en los primeros. Seguramente, por todo el mundo, el Covid-19 ha redundado en un empobrecimiento de la población, pero al tener este fenómeno más relieve en los países avanzados, lo que se ha derivado de todo ello es una reducción de la desigualdad internacional.

En su libro «El gran nivelador», el historiador Walter Scheidel ya destacó hace años que las grandes epidemias han sido uno de los más potentes motores del impulso de la igualdad económica –los otros son las guerras, las revoluciones y el colapso de los Estados–, fundamentalmente porque han desvalorizado el capital y han hecho escaso el trabajo. Pero en la que ahora nos toca, debido a las políticas restrictivas de la movilidad, el trabajo también se ha devaluado. Dependerá, entonces, de que el capital lo haya hecho más intensamente para que la epidemia también provoque un aumento de la equidad distributiva interna. Yerran, por ello, los que predican que el Covid-19 sólo empobrece a los menesterosos y que los ricos están a salvo.