Opinión
Una semana más
El pasado día 2 se celebró en un pueblo de Pensilvannia, como cada año, “el día de la marmota”, que es el momento en que este roedorcillo sale de su guarida, prediciendo así que el fin del invierno se producirá seis semanas después de este hecho, cosa que para los campesinos de aquella zona es todo un acontecimiento. Pero “el día de la marmota” es también una película con moraleja –y también con moralina-, en la que un mal encarado hombre del tiempo es enviado a este pueblo en ese día señalado, cayéndole encima una especie de maldición precisamente por esa actitud suya, hecho que se manifiesta produciéndose las mismas exactas circunstancias día tras día hasta que, después de muchísimas jornadas, él dulcifica su carácter rompiendo así el círculo vicioso.
Yo no sé si esto del covid es una condena que estamos cumpliendo porque el hoy se parece mucho al ayer, aunque en la prensa he visto una nota para la esperanza: expertos de la OMS en Wuhan descartan la teoría de la fuga del virus de un laboratorio. Siempre he preferido pensar que alguien lo contrajo después de tomar una sopa de zarigüeya en el mercado de la ciudad, como la que hace Brandine, la mujer, hermana y madrastra de Cletus en los Simpson, que, según dice, hace magia en el estómago. ¡Y tanta magia! ¡Como que produce un virus capaz de propagarse a grandes velocidades y matar a cientos de millones de personas como si fuera un arma química! Mi amiga Lali decía la última vez que nos vimos que quizá esto fuera el fin del mundo, y no sería de extrañar a la vista de la situación sanitaria y política que estamos atravesando, si bien todavía quedan hechos y datos para la ilusión, y no me refiero a los que cada día nos ofrece el siniestro Simón, sino a la gran fuerza que crea para los italianos el que Mario Draghi haya aceptado ser primer ministro de aquel país. ¡Qué envidia, Dios mío! Qué diferencia entre tener a un pelanas plagiario a tener a todo un señor con la categoría de ser un expresidente del BCE, economista de verdad, doctorado en el MIT de verdad, ejecutivo de Goldman Sachs y un largo etcétera en su curriculum. Francamente si hay cosas que nos pueden despertar envidia, una de las más grandes debe ser esta. La prima de riesgo en Italia ha caído cien puntos, la bolsa ha subido notablemente, y todo así. Dice mucho de él como hombre que deje a su mujer el marrón de contestar a la prensa cuestiones incómodas, indiscretas o comprometidas. Esto no sé si se entiende, pero en otro tiempo me tocó a mí ese ¿divertido? papel, aunque no deja de ser cierto que me acarreó muchas antipatías. Ha sembrado buenos recuerdos entre los más importantes líderes europeos, tipo Merkel o Macron. También en Christine Lagarde, para quien se ha convertido en su gran confidente y asesor.
Estoy relamiéndome de gusto mientras escribo estas líneas, pensando de forma muy ingenua que quizá un día tengamos también al frente del Consejo de Ministros a alguien de quien sentirnos orgullosos, alguien con peso, con experiencia y con honestidad, no como los de ahora que hacen a sus niñeras subsecretarias, como la pareja Iglesias-Montero. Creo que nunca habíamos visto nada más cutre, pero es el tiempo que nos ha tocado vivir y hay que apechugar porque, como decíamos más arriba, estamos en un momento marmota en lo político y lo sanitario. Semana tras semana ocurre lo mismo, las caras son las mismas a la misma hora y las tropelías son variadas pero no dejan de ser eso: tropelías. Ya nada nos deja con la boca abierta.
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