Opinión
Bodas, territorio sin ley
Puede que todo sea culpa de la barra libre. Yo me la tomo como mucha gente se toma la Sanidad pública. Como si fuese gratis. Veo ahí todas las bebidas y pienso que no ha costado
Lo confieso: yo también me he puesto en pie y con una servilleta en la mano, he jaleado a los novios en una boda. En varias, puede que en todas. He gritado «¡que se besen, que se besen», he pedido al dj la música más hortera que tuviese y me he emocionado cuando un hermano de la pareja ha leído la carta más cursi que te puedas imaginar o, peor, una poesía donde todas las rimas eran en participio: «Se han casado y nos hemos alegrado». Sí, y yo he llorado.
Las bodas son lugares sin ley (a ver, esto es una metáfora, señores de El Casino), donde todo está permitido: desde poner canciones de la Oreja de Van Gogh como himno sin avergonzarse hasta hacer preguntas incómodas. Es decir, si te lo cruzas en la calle, a tu primo segundo no se le ocurriría preguntarte por asuntos personales, pero te ve en una boda con tu pareja y te pregunta «¿y vosotros, cuándo?» Hay dos motivos para casarse: por amor y para no tener que contestar esa pregunta. Lo malo es que nunca acaba y cuando ya te has casado, la siguiente pregunta en la boda es: «¿y el niño, para cuándo?» Hay dos motivos para tener niños: por amor, y para no tener que contestar a esa pregunta.
Puede que todo sea culpa de la barra libre. Yo me tomo lo de la barra libre como mucha gente se toma la Sanidad pública. Como si fuese gratis. Veo ahí todas las bebidas y pienso ya que no ha costado, hay que beber para los próximas tres semanas. Como si antes no le hubiese dado a la pareja un sobre con un montón de dinero. Como si la Sanidad no se pagase con nuestros impuestos.
Uno de los problemas de las bodas es el dinero que hay que dejar a los novios en el sobre: vas preguntando a amigos y conocidos y descubres que hay un sistema de medidas: ¿tienes que viajar?, ¿cómo son de cercanos? y la pregunta que nadie hace, pero que es la que está latente siempre: ¿cuánto quieres que te den cuando te cases?
Porque las bodas tienen un efecto dominó: de repente se casa un amigo y luego otro, luego otro y no sabes muy bien cómo, te has casado. Hay una época de tu vida que vas de despedida de soltero a boda sin tiempo para descansar y te pasas el tiempo entre medias tarareando Paquito el chocolatero, pues, como todo el mundo sabe, no es el cura, ni el juez ni el anillo ni el beso ni la poesía cursi lo que validan las bodas, sino que suene Paquito el chocolatero.
Yo tenía una boda el pasado noviembre, pero se retrasó hasta abril de este año y ahora se ha retrasado hasta noviembre, si es que se puede llevar a cabo. Visto lo visto, lamento que no se haya celebrado. Pero no por la barra libre gratis, sino por las preguntas incómodas. Iba a ir a por mi primo segundo directo: «¿Y la mascarilla, para cuándo?»
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