Cataluña

El voto útil en Cataluña

Los catalanes tenemos que reflexionar si queremos la continuidad independentista o el cambio constitucionalista. Lo primero significa mantener la sociedad y las instituciones en un bucle permanente, al estilo del día de la marmota, que tan rentable resulta a los políticos, los empresarios, los periodistas y los profesionales de la subvención del mundo independentista. Todos viven muy bien a costa de los presupuestos autonómicos, provinciales y municipales, porque se ha creado una enorme industria de estómagos agradecidos. Por ello, quieren una independencia en la que España siga siendo la vaca que ordeñar y, por supuesto, sin salirse de la Unión Europea. Hace siglos que las elites dirigentes catalanas y las acomodaticias clases medias llevan chupando del bote del Estado. Han sido unos yonquis del proteccionismo desde los tiempos de Felipe V y no están dispuestos a desengancharse del chollo. Es verdad que hace unos años buscaban para representarles a personas de un cierto nivel mientras que ahora nos colocan al primer advenedizo con pretensiones como Laura Borràs o Pere Aragonés. La aristocracia destinaba a los segundones y tercerones a la milicia y la Iglesia para que hicieran carrera mientras que ahora eligen a los menos espabilados para la política. Un gobierno donde estén los independentistas seguirá siendo una catástrofe.

Las trayectorias de políticos de ERC y JxCat hacen que el menos preparado de los constitucionalistas sea más eficaz a la hora de asumir responsabilidades de gobierno. Por ello, los catalanes tienen que votar a los partidos que defienden el ordenamiento constitucional y, sobre todo, no quedarse en casa. Esta no es una opción. El PSOE quiere que un centro derecha dividido y destruido. No busca un gobierno alternativo al independentismo. Una vez cerradas las urnas y conocidos los resultados no será momento para lamentaciones si el constitucionalismo opta por no acudir a votar. No me importa si el presidente es Illa, Fernández o Carrizosa, ya que me gustaría un gobierno de coalición que esté al servicio de Cataluña y no del fanatismo irracional de ERC, JxCat, las CUP o En Comú Podem. Estas cuatro formaciones son un desastre y tampoco es una buena opción un tripartito con socialistas, comunistas, antisistema e independentistas de izquierdas. No son partidos fiables en la defensa de los valores constitucionales y la convivencia. Cataluña se juega vivir otros cuatro años instalada en el conflicto. Es la hora de desmantelar el sistema clientelar que nació con el pujolismo.