Opinión
Iglesias quiere someter a los medios
Lo que escuchamos ayer en el Congreso fue un conjunto de ideas simplonas sacadas de alguna película mediocre
Muchos periodistas de izquierdas comienzan a ver la auténtica cara estalinista de Podemos. Los que pensaban que era una nueva izquierda pueden constatar que estamos ante los comunistas que siempre han perseguido la libertad de expresión. Es lo que sucedió durante la Primavera de Praga en 1968, con las purgas de Lenin y Stalin en la Unión Soviética, la persecución de periodistas y el cierre de medios con Chávez y Maduro en Venezuela o los Castro en Cuba. En cambio, Gorbachov puso en marcha la glasnost, entre 1985 y 1991, para liberalizar el sistema político y los medios de comunicación pudieron criticar al gobierno. Una vez más, la libertad de expresión fue el primer síntoma de un proceso de cambio de régimen, como sucedió con la llegada de Don Juan Carlos y el inicio de la Transición. Iglesias quiere lo contrario, porque es un estalinista de manual. Es verdad que sus mentiras las adereza con delirantes teorías conspirativas de los grupos empresariales y bancarios. Lo que escuchamos ayer en el Congreso fue un conjunto de ideas simplonas sacadas de alguna película mediocre o de los argumentarios que elaboraba la oficina de prensa del PCUS durante la Guerra Fría.
El concepto de control que tiene Iglesias se circunscribe a colocar a sus camaradas para que ejerzan de censores. En este sentido podría recuperar los tribunales de honor, no importa que estén prohibidos por la Constitución. Los pseudoperiodistas que trabajan para él y su panfleto nos podrían juzgar y condenar. Nada mejor que enviarnos a un gulag para ser convenientemente adoctrinados. Es impresionante que el vicepresidente del Gobierno reclame controlar a los medios de comunicación en la sede de la soberanía nacional. He de reconocer que nunca imaginé que los tics totalitarios de Iglesias llegarían al extremo de promover un «gran hermano» que nos censure, adoctrine y sancione. Es verdad que su delirio totalitario choca con la Constitución y el marco europeo. Una cosa es lo que le gustaría imponer y otra muy distinta lo que puede hacer. Lo preocupante es que no es la primera vez que lo dice y muchos siguieron apoyándole tras escuchar sus palabras. Es lo que les sucedió a los periodistas, artistas e intelectuales en los Países de Este cuando esperaban ser libres en la distopía comunista. No tardaron en descubrir que la alternativa al colaboracionismo era la tortura, la cárcel o la muerte. Unos pocos consiguieron exiliarse.
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