Política

Derechas

Los nacionalistas, siendo también «derechas», y más derechas que nadie, han logrado el milagro de ser incluidos en el «frente de progreso»

Algún genio del marketing, que hoy mangonea el devenir del común, apodó como «las derechas» a cualquiera que no se encuentre en el amplio círculo que también han rebautizado como «de progreso» y donde entran incluso filoterroristas, pero jamás tales «derechas». El plural aplicado a los adversarios políticos es un hallazgo táctico, porque los unifica en un frente común para luego atizarles fácilmente. Pues, si hay que descargar un golpe sobre un objetivo, es mejor concentrarlo en un solo blanco, bien grande y visible, y no en un montón disperso de pequeñas dianas. Eso ahorra trabajo, tiempo y nervios. Las derechas no solo son el «enemigo» del nuevo auto denominado frente de progreso, sino que llevan décadas perdiendo suelo electoral en lugares como País Vasco y Cataluña, donde han descalabrado –esta vez sí, de forma «progresiva»– el nicho con que contaban al principio de la Transición. Sus votantes originales han ido envejeciendo y muriendo. Es ley de vida (la única de obligado cumplimiento). Los nacionalistas arrasan allí donde fracasan «las derechas». Siendo también «derechas», y más derechas que nadie, esos nacionalistas han logrado el milagro de ser incluidos en el «frente de progreso» y gobiernan habitualmente, excepto en Galicia, donde el espacio que les es natural está ocupado aún por el PP. Dichos nacionalismos «particularistas» (diría Ortega), triunfan donde no lo hacen «las derechas» porque, desde la muerte de Franco hasta hoy, han sabido conjugar a la perfección el posesivo plural nacionalista: «lo nuestro». Así, los votantes se dan cuenta de que tales nacionalistas (como el PNV) consiguen cosas concretas que mejoran sus vidas (dinero, concesiones, privilegios, exenciones…), mientras que las regiones sin nacionalismos (pero con «derechas») están históricamente menos desarrolladas: comparemos a Euskadi con Castilla la Mancha… Por eso incluso Feijóo, y Fraga en su época, han jugado a ocupar el espacio nacionalista (que es de derechas, aunque hoy se nos inocule en vena el equívoco de que se sitúa «en el izquierdismo de progreso»). Pero, en general, «las derechas» siguen sin darse cuenta de esto, y continúan pujando por un terreno que está adjudicado y vendido desde hace un siglo.