Editorial

No hay salida para España sin elecciones

La nación debe volver a ser libre y democrática con plenitud

El mejor termómetro sobre el éxito de la manifestación convocada por Alberto Núñez Feijóo contra Pedro Sánchez fue el tenor del argumentario diseñado por Moncloa para replicarla en las redes. En minutos, el orfeón gubernamental irrumpió en tropel para poner el acento en el pinchazo de participación que imputaron a la figura del presidente del PP. Con lo que se le supone de talla intelectual a su ejército de asesores, podrían haber dispuesto otra elaboración menos estrafalaria y vacua. Pero está claro que el mal momento del Gobierno y el PSOE se deja sentir a todos los niveles. Porque las imágenes no engañaban y en la Plaza de España de la capital y en sus alrededores se dieron cita decenas de miles de personas por la democracia y contra la mafia, conforme rezaba el lema. Habrá que convenir que la convocatoria fue un altavoz extraordinario sobre el grado de hartazgo y emergencia que los españoles padecen. El país atraviesa un tiempo tenebroso. Para muchos analistas dentro y fuera de nuestras fronteras, criterio que compartimos, el instante más crítico de la historia de nuestra democracia. Nunca antes estuvimos más cerca como nación de perder todo aquello por lo que tantas generaciones se esforzaron. Hoy, la mayor amenaza para nuestra prosperidad y libertad se cobija en la sede del gobierno y maniobra sin límite alguno ni moral ni constitucional ni legal ni político con el fin exclusivo de preservar el poder durante todo el tiempo que pueda. La corrupción lo rodea y más tarde o más temprano todos los que chapotean en las cloacas a costa del presente y el futuro de los ciudadanos sabrán que escapar a la acción de la justicia no será fácil. Núñez Feijóo compareció rodeado por sus barones, pero sobre todo por las decenas de miles de personas que representaban a millones para poner sobre la mesa el mensaje adecuado, el único posible y decente en esta hora oscura: «España necesita una revolución, la revolución de la decencia y de la libertad. Y la vamos a liderar desde las calles y hasta las urnas, pasando por las instituciones. Y para esa revolución que comienza hoy, cuento con todos los ciudadanos honestos y libres de nuestro país». Ni más, pero tampoco menos. El daño es tan profundo, tan agudo y tan extendido que la nación tendrá que afrontar una catarsis derogatoria contra el fraude constituyente de Sánchez, sus socios parlamentarios y sus leales en las instituciones del Estado. El presidente aguantará hasta el final. No moverá una pestaña aunque millones de personas tomen las calles. Pero ese enroque es precisamente la prueba de su debilidad, aunque eleve exponencialmente la peligrosidad. Ojalá que todas las siglas que quieren el cambio y la regeneración entiendan ya que el único propósito de todos es poner fin en las urnas a este régimen despótico. España debe volver a ser libre y democrática con plenitud.