8-M

¡A los «stories»!

Qué es gente de la calle, me pregunto, ¿es que hay gente de la calle y otra que no es de la calle?

«No nos van a negar la calle», ha protestado Irene Montero contrariada por la prohibición de la Delegación de Gobierno de Madrid de las manifestaciones del Día de la mujer. José Manuel Franco –ya estamos con Franco–, tomó esta decisión porque prefiere cortarse una mano antes de volver a caer en el error del año pasado cuando se echó a la gente a la calle a las puertas de una pandemia con el impulso del «sologripismo», la primavera de Bergamo y el «Nos va la vida en ello», y vaya si nos iba.

Nos iba la vida y la calle. De aquellos días que vinieron recuerdo el silencio de las grandes avenidas, la soledad de la rotonda de debajo de casa y, en general, aquella Madrid-Estigia en la que la calle era de la hierba, de las malvas y de las cacas de los perros. La calle siempre es de alguien. Recuerdo que hace un tiempo –tanto que yo era un chaval–, Andrés Gago «El pata» tenía una bodega en la calle Santa Catalina frente al Congreso. Era una bodega para él solo y sus colegas, pues un bar hay que montarlo con los amigos y en todo caso, si va mal, se abre al público. En una de aquellas noches de los años 80, víspera del Día de la Constitución, tarde y mal salimos de la bodega y nos montamos en su furgoneta. Una grúa se estaba llevando los coches de la calle y habían puesto una señal de «No aparcar; solo diputados». El Pata derribó todas las señales con el morro de su furgoneta y al pasar por delante de un policía, frenó, abrió la ventanilla y le gritó: «Antes la calle era de Fraga; ahora de quién es ¿De los diputados?» Le debió de parecer pertinente la pregunta, porque lo dejó ir.

Esto de ‘la calle’ es uno de los conceptos más esquivos del último siglo. No solo se habla de a quién pertenece la calle, sino de a quién es la calle. O es que hay tipos de la calle y otros que andan por pasadizos subterráneos, no sé, como andaban los romanos. Leo que la tapia de Galapagar la protegen las FCSE y un boxeador bukanero al que apodan en la prensa el Pirrakas. Me pregunto si eso es la calle, si la calle es de barrio obrero o también hay calle de la urbanización de La Navata, por mucho que Iglesias, no siendo Konrad Adenauer, merezca que le dejen vivir tranquilo a él y a los suyos. Con todo, se supone que la calle servía para pedir cosas al Gobierno, pero díganme qué hace el Gobierno en la calle: ¡un ‘stories’! «A la calle / que ya es hora / de subirnos unos ‘stories’».

Qué es gente de la calle, me pregunto, ¿es que hay gente de la calle y otra que no es de la calle? Tal vez tenía en su día sentido la distinción entre gente de la calle y gente de otra parte –aún no sabría muy bien de dónde–, pero no se entiende tanto hoy cuando la gente que se decía de la calle ocupa el palacio. Se entiende que la calle es una manera de protestar contra la gente del poder, de ahí que andemos perdidos en esto de llamar a las calles desde el Gobierno, salvo que Podemos tenga una barricada de quita y pon, y el Ejecutivo lo formen, como digo, ministros del Padrón; unos días están en el Gobierno y los otros, en la oposición.