Política

Iglesias quiere exterminar a Errejón

Un aspecto que llama siempre la atención de Podemos es la velocidad con que pasan del amor al odio sin solución de continuidad. Eran una pandilla de amigotes de la facultad y de pijo progresismo dispuesto a salvar a los proletarios. Las sucesivas crisis, con purgas al estilo estalinista, han liquidado a los fundadores de la formación. Es algo muy habitual en los grupos comunistas. Hace años tuve la suerte de conocer al comandante Rolando Cubela Secades, una de las figuras más relevantes de la Revolución Cubana, y a su amigo el capitán Jorge Robreño. Cubela, médico de profesión, era el jefe militar del Directorio Revolucionario Estudiantil, y tomó la ciudad de Santa Clara con el Che Guevara, que como buen comunista se apropió del éxito. El líder militar del Directorio es el joven con barba, puro y el brazo en un cabestrillo que aparece en la famosa foto al lado del magistrado Manuel Urrutia, presidente tras la huida de Batista, saludando a la multitud tras ocupar La Habana, que, por cierto, no fue obra del farsante de Castro. En el Museo de la Revolución aparece el Che con Cubela en Santa Clara, pero en el pie de foto le pusieron la palabra traidor.

Me viene esta imagen a la memoria cuando pienso en el pobre Errejón convertido en otro traidor por la maquinaria propagandística de Podemos. La presión seguirá siendo enorme, porque no hay nada que domine mejor el equipo de Iglesias que la descalificación personal y la estigmatización. El gran error ha sido pensar que el líder de Podemos no era un comunista de manual que conoce muy bien las prácticas de Lenin, Stalin o Castro. Todos son grandes farsantes que comenzaron con amabilidad, se envolvieron de grandes ideales y luego aplicaron las purgas más despiadadas. Cubela salvó la vida porque Fidel no se atrevió a matarlo, porque era una figura muy prestigiosa, y ordenó al tribunal que no le condenara a muerte, aunque le cayeron 25 años de injusta reclusión. Ese es el castrismo que tanto gusta a Iglesias y sus camaradas.

Robreño, que falleció hace años, me decía que la única manera de lograr que la democracia regresara a Cuba era matando a Fidel. Eran otros tiempos. Ahora Errejón, que ha evolucionado a una izquierda que ha abandonado el comunismo casposo, sufre la «condena» al ostracismo y el desprestigio ordenado por el gran líder porque no ha querido someterse.