Teddy Bautista
Bautista, el martirio de un inocente
A Teddy lo han absuelto, pero la carlanga amarillista arrasó con todo y la condena mediática tiene mal pronóstico
La Audiencia Nacional ha absuelto a Teddy Bautista y a otros nueve ejecutivos de la SGAE. 100% inocentes, después de un vía crucis de diez años. El martirio estuvo precedido por una campaña de acoso y derribo en redes sociales y el seguidismo bochornoso de los medios. En aquellos días molaba proponer el llamado cambio de paradigma, animalito ignoto, delirio, patentado para justificar a los cuatreros. Bandadas de mangantes celebraron la destrucción del tejido empresarial y la muerte por asfixia de las industrias culturales. Otros caraduras, representantes auto coronados de los internautas, se atribuyeron una portavocía usurpada. Lapidaban la figura del intermediario, incapaces de entender qué papel jugaron tipos como José Vergés, Jorge Herralde, José Luis de Carlos o Ricardo Pachón. Y eso por circunscribir nuestro perímetro a editores y productores. Por no hablar de los compositores y arreglistas, diseñadores de cubiertas e instrumentistas, ingenieros de sonido y abogados, managers, publicistas, correctores de pruebas y etc. Resultaron particularmente tristes las aportaciones de destacados tertulianos, columnistas y hasta filósofos, encantados con el hundimiento. Hablaban felices del tránsito de la diligencia al motor de explosión y blablablá. En su delirio pronosticaron una arcadia feliz, de cultura gratuita y poetas bien cebados. Nunca entendieron que detrás de las discográficas iban las editoriales y los periódicos. Como en nuestro país aburre cantidad encarar el pasado tampoco ponderaron los méritos de la SGAE a la hora de defender los intereses de los músicos ni, mucho menos, conocían la trayectoria de tipos tan admirables como el propio Teddy, histórico vocalista de los Canarios, productor discográfico, figura esencial del rock de los 70. Como me explica un amigo, buen conocedor de la historia de la música española, tacharon de Corleone a un tío que «ayudó a Triana y a Miguel Ríos cuando empezaban, que traía instrumentos de fuera para que los músicos tocaran con nivel». «A finales de los 70», recuerda, «produce a Leño, Topo, Nacha Pop...». A Teddy lo han absuelto, pero la carlanga amarillista arrasó con todo y la condena mediática tiene mal pronóstico. Cuesta sobrevivir a la combinación del populismo jurídico y punitivismo mediático. «Su historia ha quedado sepultada por SGAE, primero por la lucha contra la piratería y el cobro a bares y bodas, y finalmente por la detención. Es algo acojonante». Los especialistas en calumnias disparaban a quemarropa contra las disqueras, los gestores de derechos de autor y los ejecutivos. Restan las difamaciones, los cuentos para asustar a los niños, el mito de la SGAE como cueva de Alí Babá y de los artistas como chupópteros del patrimonio nacional. Ganaron los majaderos, ideólogos del latrocinio, y las tecnológicas, forradas a costa del trabajo ajeno. La historia de Teddy Bautista nos habla de un tiempo de ponzoña y un país de trileros, enemistado con los mejores. Si las plataformas de contenidos no apostaran por facturar series a favor del viento y los prejuicios de la audiencia encontrarían aquí una mina de oro. Pero quién quiere rodar una serie sobre un inocente sometido a la ordalía, Bautista, cuando puedes machacar a otro, pongamos Woody Allen, mientras complaces los sesgos de tanta gentuza.
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