Murcia

¿Quiénes son los tránsfugas?

¿Quiénes son tránsfugas, los que rompen una determinada disciplina de organización o los que prometen bajar impuestos y luego los suben?

No estaría de más volver a lanzar al aire la pregunta a propósito de qué es un tránsfuga en política, dados los recientes acontecimientos y alguna que otra etiqueta tal vez colocada demasiado a la ligera. Podemos convenir en que el despectivo término se aplica a quienes en un parlamento o corporación entregan su escaño a otros intereses distintos a quienes les han votado, pero ¿Qué ocurre cuando las siglas bajo cuyo proyecto te has presentado acaban marcando unas políticas radicalmente opuestas a ese proyecto? Tal vez en este caso quien practica el transfuguismo –que no es otra cosa más que la traición al propio electorado– es el mismo partido que acusa a sus díscolos de inclinarse hacia otras opciones. Más allá, ¿Quiénes son tránsfugas, los que rompen una determinada disciplina de organización o los que prometen bajar impuestos y luego los suben, garantizan que nunca pactarán con el separatismo y después lo hacen o sencillamente imponen a sus cargos electos políticas radicalmente distintas a las prometidas? Tal vez el concepto debería ser revisado, sobre todo porque en la política de este país con todos sus defectos los «tamayazos» aun habiéndolos han sido episodios bastante más contados de lo que se puede presumir. La operación política montada en Murcia para desalojar al PP del gobierno de esa comunidad finalmente arrumbada a la condición de no nata, ha dado pie a un auténtico tornado de acusaciones de transfuguismo desde distintos ángulos de tiro, plagadas de alguna que otra insensatez que, en cualquier otro tiempo de mayor calma política y ambiente atemperado bien podría haber sido susceptible incluso de querella admitida a trámite. Los ánimos están demasiado exaltados, sobre todo por parte de quienes han visto en tan solo una semana, como sus aspiraciones de volcar el mapa del poder territorial se han evaporado confirmado su papel de juguete roto camino de la irrelevancia. Achacar como hizo el numero dos de Arrimadas Edmundo Bal a «cajas B» el cambio de criterio de dirigentes de su partido en Murcia requiere como poco, pruebas, si es precio ante las puertas de un juzgado y resulta tan absurdo como aplicar la misma acusación a la manera con la que fue cocinado, por ejemplo –y no precisamente en despachos de partido– el acuerdo con el PSOE para desbancar a López Miras. Ergo, convulsionada en plena pandemia la política del país, sería bueno esperar que al menos no la sigan envileciendo.