Opinión
Gibraltar, la segunda rendición
Entre el ’'patrioterismo’' y el nacionalismo, existe el sano patriotismo
Este es el título del reciente libro de José Manuel Garcia-Margallo, en el que muestra de forma contundente cómo con Gibraltar hemos dejado escapar una ocasión que difícilmente se repetirá, cuando menos en una generación. Tras la lamentable claudicación del Gobierno ante la histórica oportunidad que el Brexit nos proporcionaba para avanzar cuando menos hacia la cosoberanía con el Peñón, ahora tenemos que observar cómo los informativos abren poniendo a la Colonia como ejemplo de lucha contra la epidemia y vuelta a la normalidad: sin mordaza, distancia social, ni toque de queda. Confinamiento tampoco.
Ahora el Peñón goza de un estatus privilegiado como único paraíso fiscal en Europa. Hemos normalizado tanto esa situación que incluso asumimos la realidad de la existencia de la última colonia en el continente como un modelo en el que inspirarnos y donde ir a hacer turismo sin la verja y sin los riesgos ni molestias de España.
Que hablemos así del Peñón debería ruborizarnos desde un elemental patriotismo y autoestima nacional: ¿cuál es el mensaje subyacente? ¿Acaso que en Gibraltar saben hacer bien las cosas y nosotros no?
Entre el «patrioterismo» y el nacionalismo, existe la virtud del sano patriotismo que, a diferencia de aquél, ama lo propio sin desmerecer lo ajeno, y no necesita de enemigo exterior para afirmarse, como hacen los separatistas catalanes renegando y negando a España. De esa virtud parecemos carecer ahora. Tiene razón García-Margallo: estamos sin pulso vital nacional.
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