Pablo Iglesias

Cuentos de Paulita

En una frase que habría aplaudido Mussolini, Paulita saludó al Gobierno por su “enorme capacidad de organizar recursos y mejorar la forma de organizarnos como sociedad”.

Paulita Naródnika, la lideresa del populismo vernáculo, se despidió del Consejo de Ministros mintiendo. Normal. Los políticos mienten, y la Naródnika no es más mentirosa que Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas. Lo interesante del adiós de doña Paulita fue la forma de sus fábulas.

Se ufanó de sus logros, ignorando sus costes. Por ejemplo, aumentar el gasto público en dependencia, en el Ingreso Mínimo Vital, y en ayudas varias. No dedicó ni media palabra a las mujeres que van a pagar todo con sus impuestos. Parecía que el Gobierno progresista hace regalos al pueblo, porque los “recortes”, como es sabido, son seña de identidad del PP. Que Unidas Podemos pueda representar un recorte en los ingresos de las trabajadoras no se le pasó, al parecer, por la imaginación: debe creer que el gasto público es gratis.

Por creer, que no quede: insistió en el camelo fascistoide de que el interés general es servido por el poder político, y que, si no lo satisface plenamente, la culpa es de las oligarquías, sin olvidar nunca las mediáticas, porque ya dijo en el pasado que rechazaba la existencia de medios de comunicación privados. Es fácil comprender por qué.

En fin, la idea es que usted se convenza de que Zara la perjudica pero que Podemos la beneficia. Para que usted se convenza de eso hay que hacer mucha propaganda. Y en eso están.

En una frase que habría aplaudido Mussolini, Paulita saludó al Gobierno por su “enorme capacidad de organizar recursos y mejorar la forma de organizarnos como sociedad”. Incluso dijo: “somos capaces de producir mejoras para la mayoría social de nuestra patria” y se felicitó: “a nosotros no se nos compra”. No explicó por qué la sociedad debe ser organizada a la fuerza por el poder, y quién y por qué no puede comprar a Iglesias y sí a los demás.

Dirá usted que no cabía esperar que Paulita Naródnika se hubiera despedido explicando la honradez de su partido o su reconocida labor en las residencias de ancianos.

Ahora bien, la ultraizquierda populista no miente siempre. Es falso que haya mejorado la vida de las mujeres, pero es cierto que ha mejorado mucho la vida de los podemitas, empezando, claro está, por la propia señora Naródnika.