Pedro Sánchez

Sánchez ante su espejo

La posibilidad de que España se vea denunciada como la «denostada» Hungría de Viktor Orban, por su ataque a la separación de poderes y en particular por su presunta violación de la independencia del Poder Judicial, pone a Sánchez y a su Gobierno ante el espejo de su contradicción: la de autoproclamarse transparente, feminista y, ante todo y sobre todo, «progresista», cual la quintaesencia de todos los valores positivos habidos y por haber. Esto, teniendo como tiene de socios de Gobierno a comunistas y ultranacionalistas diversos y adversos; desde Podemos a Bildu y ERC, entre otros.Una denuncia escrita remitida a la Comisión Europea por tres de las cuatro asociaciones judiciales representativas de 2.500 jueces españoles no puede despacharse como una cuestión menor. El quorum reforzado de 3/5 para elegir a los 20 vocales del CGPJ por las Cortes es una garantía para impedir un gobierno de los jueces a la medida del Gobierno de turno de la Nación.

Es obsceno en las formas y el fondo el empecinamiento de Sánchez –obligado por Iglesias– de plantear un trágala al PP con un candidato conocido por todos por su papel en la moción de censura que le aupó al poder. Si aceptar a ese candidato en la anterior ocasión, sobrevenida en fallida, fue una indignidad política por parte del PP, la reincidencia actual del PSOE por proponerlo, lo eleva a la categoría de escandalosa connivencia.

Debe elegir, pero las consecuencias están a la vista. Empezando por los fondos para la recuperación económica.