Opinión
Iglesias como estrella mediática
El varapalo que puede recibir mostrará que la gente no es indiferente al mérito y la capacidad
Hay que reconocer que Iglesias ha conseguido construir una figura mediática muy potente al margen de su decadencia electoral. No importa si las informaciones u opiniones son a favor o en contra, porque no deja indiferente. Le encanta la sobreexposición y está enganchado a la fama mucho más que a los cargos. En cierta forma me recuerda a las viejas glorias del cine que suspiran en su declive por conseguir que una cámara se fije en ellos.
La decisión de abandonar el gobierno y liderar la candidatura de Podemos, que es el partido con menos representación, es un fiel reflejo de su capacidad a la hora de montar un circo mediático. En esta ocasión, además, una de sus líneas de actuación es atacar a los periodistas y los medios de comunicación. Es algo meramente instrumental en su estrategia para movilizar a unos votantes que están desencantados con el tránsito de Vallecas a La Moncloa y que han visto que la oposición de Más Madrid es más sólida. Mónica García ha sido capaz de liderar con éxito esta formación mientras Podemos estaba ausente. El varapalo que puede recibir mostrará que la gente no es indiferente al mérito y la capacidad.
¿Por qué interesa tanto Iglesias? Su expectativa es quedar, con suerte, el último, y emprender la retirada. No creo que nos sorprenda haciendo lo contrario. Se podría escribir uno de esos libros, que siempre están de moda, sobre vidas paralelas dedicado a Iglesias y Rivera. El único realmente interesante es la colección de biografías sobre los primeros emperadores romanos escritas por Plutarco. Los dos creían que alcanzarían el olimpo de la política y serían unos nuevos «dioses» capaces de transformarlo todo.
Ni siquiera fueron héroes como Hércules que consiguió limpiar en un día los establos de Augías, rey de Élide. Fueron fenómenos mediáticos, porque despertaban un gran interés entre la gente. No hay ninguna duda. No fue algo artificial, sino una consecuencia de sus méritos y de la crisis de 2008. En eso son figuras paralelas desde posiciones ideológicas enfrentadas.
Rivera ha abandonado la política, muy a su pesar, y todo indica que el otro tiene en su horizonte hacerlo, aunque para dedicarse a su pasión por el periodismo y el activismo. En esta campaña se ha convertido en una máquina de hacer titulares y generar polémicas artificiales, pero ha perdido su credibilidad mostrándose como un populista radical e incoherente entre lo que decía y lo que finalmente ha hecho.
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