Violencia radical

Condenar la violencia... pero toda

Obsérvense sin ir más lejos las energías a la hora de rechazar sentarse a debatir con la “extrema derecha” frente a la condescendencia y compadreo con Bildu

Quedan todavía ocho días de campaña electoral en Madrid y es más que probable que se conviertan en una eternidad, no tanto para los partidos que concurren a la cita del “4-M” como para la propia ciudadanía española en general y madrileña e particular, atónitas por los derroteros de guerracivilismo hacia los que se esta llevando el proceso electoral. Como los argumentarios a propósito de la gestión de la pandemia o sobre las intenciones de unos u otros en materia de subida o bajada de impuestos parecen no ser ya suficientes -ni siquiera frustradas promesas de gafas y dentista gratis como las de Pablo Iglesias- ahora lo que se impone -con toda su peligrosidad- es el debate a propósito de la condena o no de según qué violencias, debate que, para variar se ha colado de rondón y no precisamente por casualidad en un momento en el que las encuestas y el post debate de la televisión pública Madrileña no daban precisamente las mejores expectativas a la izquierda y en consecuencia alguna corneta ya hacía sonar el mantra “que viene la ultraderecha”.

En ocasiones -y ahora está ocurriendo- se esgrimen argumentos como el de la necesaria condena a la violencia por parte de todos los demócratas, pero eso sí, bajo el prisma muy concreto y particular de una de las partes, o lo que es igual, condénese alto y claro lo que supone intimidación antidemocrática contra mí, hágase con mi propia escala de valores y por supuesto olvídese el de enfrente de una condena similar o en los mismos términos por parte del quejoso doliente. Que dirigentes políticos reciban misivas con casquillos de bala, además de CONDENABLE con mayúsculas requiere de una eficaz investigación policial que a buen seguro llevará a buen puerto, hasta ahí. Cosa muy distinta es elevar el episodio a argumento de primer orden enfilando el ecuador de campaña, pero sobre todo usarlo para señalar a una determinada fuerza política por el hecho de expresar “a su manera” su particular condena de la violencia. El terreno además de peligroso -porque estas cosas incendian la calle- evidencia una vez más distintas varas de medir, obsérvense sin ir más lejos las energías a la hora de rechazar sentarse a debatir con la “extrema derecha” frente a la condescendencia y compadreo con Bildu, ya saben, el partido que aun no ha condenado el terrorismo etarra. ¿En qué quedamos?