Política

Los primos de Pablo Iglesias

La mafia pretroriana de Pablo Iglesias ha aprendido mucho de «Los Soprano» en esos maratones de series a los que convoca el capo. «No tengo sentido ético, tengo normas», decía Tony, el mejor asesino que ha salido de la televisión, donde parece que quiere acabar el ex vicepresidente y de donde extrae la gran enseñanza de su catecismo: tira la primera piedra, esconde la mano, corta la de tu enemigo y ponla en su lugar. Iglesias se levantó del debate de la cadena Ser –o no ser– después de enviar a sus primos de Zumosol a dar jarabe de palo a los de Vox, se hizo pasar ante Rocío (Monasterio) por una niña a la que le tiran del pelo en el colegio mientras por dentro se arreglaba una trenza a lo Fu Manchú. Ya solo se le puede tomar por un personaje de ficción que inventa el argumento de nuestras propias vidas y hasta la del Rey.

El personaje se torna cada día más siniestro, como recién salido de las cloacas de las que habla, soltando perlas de excremento como si fuera la mala tarde de un pocero. El fascismo era esto, flaglelar hasta que sangrara Ayuso, expropiar la calle a Vox y okupar la izquierda como La Pasionaria y el mal Alberti, versos cursis y mano dura. Que le hagan un polígrafo póstumo a Calvo Sotelo. Iglesias muestra la cara fúnebre de un payaso. Si tuviera taleguilla y lo que la taleguilla esconde mataría hoy un toro en Las Ventas para llamar asesino a Enrique Ponce. Lo de los matones es lo que él llamaría terrorismo de Estado y cal viva. Tenía razón Irene Montero cuando gritaba que en Madrid nos iban a zurrar por la calle, solo que se olvidó precisar que ellos ordenarían la paliza mientras la «nanny» cuidaba de los retoños. El Madrid de Iglesias es el puerto de «La ley del silencio» de donde salen los macarras a romper litronas con la cara de la presidenta. Toda la violencia estaba orquestada por un hombre al que las balas en sobre le suena a la música de los últimos del Titanic. Es su obra maestra, que diría Rocío Carrasco, volviendo a la ficción. Iglesias ha recorrido el camino de las series al docudrama. Todo menos trabajar.