Jorge Vilches
El pescado madrileño está vendido
Pablo Iglesias ha tomado Madrid como su último recurso personal. Su candidatura fue para evitar que Podemos quedara extraparlamentario
Pase lo que pase el 4-M es indudable el éxito de Ayuso y del Partido Popular de Madrid. En las elecciones de mayo de 2019, cuando solo la conocía el 60% de los madrileños, sacó el peor resultado de los populares desde 1983. En dos años se ha convertido en un factor para la construcción de una alternativa al sanchismo en toda España. No olvidemos que es una apuesta personal de Pablo Casado.
El éxito ha sido generar empatía; es decir, que los madrileños se identifiquen con una política sencilla que, lejos de regañarlos y de querer ingeniería social para corregirlos como hace la izquierda, se ha partido la cara por sus intereses. Ayuso ha tenido siempre la iniciativa, mientras que la izquierda ha ido por detrás. La mitad de su campaña la han hecho el PSOE y Podemos con sus ataques desesperados y personales –véase la última grosería de Ábalos–.
La decepción ha sido la campaña de Iván Redondo y Félix Bolanos para Gabilondo. El «formato soso» del candidato no sirvió para ganar al votante de Ciudadanos, y el «formato radical», que no pega con el viejo catedrático, no cuaja. Quisieron movilizar a través de la ilusión pero fracasaron, y se pasaron descaradamente a generar miedo y repudio al adversario. Están usando un sanchismo sin Sánchez, a quien han apartado de la campaña.
Ese doble pinchazo –ni ilusión ni miedo– ha hecho que el PSOE pierda el voto joven. De ahí la traca final, el «gratis total» que promete Gabilondo ahora, la pulsera multidiversión para los menores de 31 años: abono transporte «gratis» y pagar el primer mes de alquiler. La broma supondría alrededor de 400 millones de euros, que habría que quitar de otras partidas, como Sanidad o Educación, o freír a impuestos a los madrileños.
Pablo Iglesias ha tomado Madrid como su último recurso personal. Su candidatura fue para evitar que Podemos quedara extraparlamentario, y tras las negativas de otros a encabezar la lista. Apareció en la región como un paracaidista y quiso cobrar protagonismo diciendo que iba a meter en la cárcel a Ayuso, y ofreciendo una coalición a Más Madrid. Fracasó. Tras un repunte, se desinfló. Es posible que no llegue al 9%, un desastre para un político engreído que quería «asaltar el Palacio de Invierno»
El uso de la violencia tampoco ha funcionado. La presentación de las amenazas no ha movilizado, ni su «alerta antifascista» como esencia democrática, y menos cuando se ha conocido que dos de sus escoltas han sido detenidos por agredir a la Policía en el mitin de Vox en Vallecas.
Más Madrid es el gran beneficiado del fiasco sanchista y podemita por puro descarte. Los votantes de izquierdas, conscientes de la posible derrota, optan por la preferencia antes que por la utilidad. Los errejonistas han hecho una campaña centrada en la ampliación de los servicios públicos y en presentar a García como la alternativa a Ayuso. Incluso su último cartel electoral muestra a las dos frente a frente. Su objetivo es superar al PSOE. No va tener mejor ocasión.
Vox empezó desencajado. No encontraba el mensaje porque Ayuso es la voz del antisanchismo. Buscaron entonces el nicho del obrerismo y la confrontación directa con Podemos, de ahí los episodios de Vallecas y la cadena SER.
Al fondo del escenario aparece Edmundo Bal, que se presenta como el salvador de la polarización madrileña. El desinfle de Cs es similar al de UCD: han pasado de aspirar a gobernar a rezar por no desaparecer. En Madrid crecieron a costa del Partido Popular, pero el acercamiento de Inés Arrimadas a Pedro Sánchez, con Murcia de por medio, ha sido letal. De hecho, han escondido a Aguado, firmante de una moción contra Ayuso, y a Arrimadas.
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