Opinión
La decadencia y caída de Pablo Iglesias
Tuvo la oportunidad de crear una izquierda diferente, moderna y socialmente comprometida, pero le perdió la soberbia y su incoherencia
El historiador británico Edward Gibbon (1737-1794) dedicó seis volúmenes a una obra que sigue siendo un clásico sobre la historia de Roma. Es cierto que se ha visto superada por interpretaciones, descubrimientos y diversas corrientes sobre la materia, pero la Historia de la decadencia y caída del Imperio romano permanece como una muestra de extraordinaria erudición, un compendio de datos muy interesante y uno de los libros históricos más influyentes. Los clásicos, en todos los terrenos, siempre son una buena fuente de inspiración y recogen la vida de personajes que tienen un interesante paralelismo con los que actualmente conocemos. En la historia de Roma encontramos demagogos populistas, aunque con mayor altura que Pablo Iglesias. El populismo no es algo reciente sino que existe un hilo conductor desde la Antigüedad, aunque en cada caso se ha ido adaptando, por supuesto, al contexto histórico. Gibbon muestra la evolución de Roma desde su origen mítico, si bien la arqueología ha validado algunos aspectos que parecían dudosos, hasta constituir un poderoso y longevo imperio que durará en la parte oriental hasta la caída de Constantinopla.
Es verdad que la conquista latina hará que adquiera mayor fuerza el componente griego tras la expulsión de estos invasores, pero no deja de ser el Imperio Romano de Oriente que va evolucionando y adaptándose al paso del tiempo. Por tanto, desde el nacimiento de Roma hasta la caída de la Segunda Roma encontramos una enorme multitud de demagogos ambiciosos y arribistas como Iglesias que, curiosamente, acaban mal. En aquellos tiempos, esto tenía consecuencias dramáticas. En el mejor de los casos cabía el exilio o un monasterio. Ahorro los detalles más escabrosos de cómo eran tratados. El caído líder de Podemos tuvo un gran auge y pensó que su revolución podía triunfar, pero al final ha tenido que huir buscando excusas tan pintorescas como inconsistentes. La única realidad es que ha fracasado. Una de las características que une a personajes como los hermanos Tiberio y Cayo Graco, Girolamo Savanarola, Nicolás Rienzi, Maximilien Robespierre, François Babeuf y tantos otros es una soberbia sin límites. Es la misma que tenían populistas del siglo XX como Vladimir Lenin, Fidel Castro, Benito Mussolini, Adolf Hitler, Mao Tse-Tung, Hugo Chávez… Unos triunfaron y otros fracasaron, pero a todos les unía el populismo y un desprecio absoluto por la humanidad. Estaba todo condicionado a conseguir su objetivo dictatorial.
En la España del siglo XXI y en el contexto de la Unión Europea, el populismo, aunque se cubra con una piel de cordero, no tiene el recorrido que hubiera querido el ex vicepresidente del gobierno. Iglesias siempre ha sido un lobo con piel de cordero. Hubo una época que mostraba una apariencia humilde e incluso dotada de la inocencia de un joven ilusionado que venía a transformar el mundo. El tiempo sitúa a todos en su lugar y no se daban las condiciones para esa spanish revolution como intentaron los dirigentes republicanos radicales en la Segunda República. El resultado obtenido en las pasadas elecciones demuestra que ese proletariado que venía a salvar ha preferido votar a Ayuso. La presidenta madrileña ha conseguido un mejor resultado incluso que toda la izquierda junta. Es algo para reflexionar.
Iglesias, en estos tiempos de decadencia, pretende que un trío de mujeres gestione su legado sin darse cuenta de que ahora está en la etapa de la caída. Yolanda Díaz, Ione Belarra e Irene Montero son las encargadas de sustituir al líder y me parece un triunvirato sin ningún futuro. Por cierto, es lo que sucedió en Roma. El formado por Cayo Julio César, Pompeyo Magno y Licinio Craso acabó con la victoria del primero mientras que el constituido tras su muerte por Octavio, Marco Antonio y Marco Emilio Lépido finalizó con la derrota del segundo y la conversión del sobrino nieto de César en el primer emperador de Roma. El primer triunvirato fue una alianza implícita entre tres políticos ambiciosos y el segundo tuvo un carácter más formal, pero ambos igual de inconsistentes.
Una vez más, Roma nos adelanta lo que puede suceder con las tres protegidas de Iglesias, aunque el Imperio Romano no solo sobrevivió, sino que faltaban por escribir algunas de sus páginas más gloriosas con figuras como el propio Augusto, Trajano, Marco Aurelio, Constantino, Teodosio, Justiniano, Heraclio, Constantino V, Basilio II… Con respecto a Podemos solo cabe esperar una lenta decadencia hasta llegar a las próximas elecciones generales donde Pedro Sánchez se podrá librar, finalmente, de su incómodo y desagradable socio preferente. Díaz no tiene peso en el partido, aunque ha demostrado que es más creíble y seria que sus compañeros podemitas en el Gabinete. Belarra es la amiga de Montero, que a su vez es la pareja de Iglesias y cuenta con el control del aparato que maneja, todavía, el dimitido líder y sus amigos.
Podemos se ha convertido en una máquina de colocación gracias a su presencia en el gobierno así como en comunidades y municipios. Hay que reconocer que tienen mucho que perder, ya que el ascensor social ha funcionado muy bien. El problema es que los votantes no compran la mercancía deteriorada y les ha salido un peligroso competidor con Errejón y Más Madrid. Iglesias podrá completar su transición colocando ese pintoresco triunvirato, con la idea de que Montero sea la que lidere desde un segundo plano, pero no deja de ser un experimento.
Iglesias tuvo la oportunidad de crear una izquierda diferente, moderna y socialmente comprometida, pero le perdió la soberbia y su comportamiento incoherente. Su falta de moderación en las formas con ese permanente radicalismo y fanatismo, las promesas incumplidas y el tránsito de Vallecas a Galapagar es el origen de su decadencia. No supo aprovechar su incorporación al gobierno y mantuvo ese activismo trasnochado como si el 15-M siguiera vigente. Al final el personaje que inventó devoró al político y ahora quiere regresar al pasado. No consiguió ser Maduro o Tsipras y será recordado como otro populista que fracasó.
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