Política

Irresponsable escapismo

El Centro de Arte Reina Sofía ha sido esta semana el escenario elegido para un espectáculo de escapismo. Pedro Sánchez, en versión castiza de Houdini, decidió huir de 2021, el año en el que Biden no le devuelve las llamadas, en el que la pandemia empieza a remitir en medio de un caos jurídico que él es incapaz de resolver y en el que el PP cambia el ciclo electoral español comenzando por donde siempre empieza todo, que es por el kilómetro cero. El Presidente que lo fue gracias a una moción de censura, primero, y contraviniendo las reglas de su propio insomnio, después, resulta que no se encuentra cómodo en el molde de sus antecesores y tampoco en el de sus colegas. Por eso, él, antes que parecerse a Felipe González o a Ángela Merkell, querría ser como Marty McFly en la saga «Regreso al Futuro». Si hay elecciones en Madrid, regresa a 1936, y si 10.000 marroquíes se dirigen a nado a las playas de Ceuta, el Presidente escapista huye hasta 2050. Todo con tal de no estar en este año 2021, porque, ¿quién quiere estar en el presente, ese horror que exige tensión intelectual y capacidad de gestión, existiendo un pasado que divide y un futuro que podamos pintar como si fuera un lienzo en blanco, estableciendo sobre él todos los escenarios de ingeniería social que mejor convengan? Un futuro en el que su equipo de asesores han recurrido a todos los clásicos del género, incluidos Orwell, Huxley y Asimov, e incluso Charlton Heston y Roddy McDowall, con las paradojas, contradicciones e incongruencias tan propias del género y tan queridas para Sánchez, como ese proyecto de erradicar el tránsito aéreo nacional en 2050, mientras él sigue cogiendo el Falcon hasta para inaugurar líneas de tren, y a la vez que, en su ejercicio de prospectiva inmovilista, da por derrotadas a las energías limpias. El futuro imposible de quien ignora el presente, a falta de misterio e ilusión, es un porvenir lleno de impuestos, porque ya se sabe que para algunos armonizar es sinónimo de subir, y la presión fiscal pasará del 35% al 43 %. Un futuro para el que Sánchez ha convocado a dialogar sobre 2050 a todos los españoles, excepto a la oposición. Para hacerlo sobre 2021, de momento le basta y le sobra con los representantes de los partidos más radicales, los que defienden la independencia de Cataluña, los que nunca condenan a ETA o los que querrían que España mutase de monarquía parlamentaria a república popular. Sánchez debería saber que la mejor forma de trabajar por el futuro es afrontar las graves dificultades que España tiene en el presente, especialmente aquellas provocadas por aquellos en los que él se apoya para gobernar. Fue Simone de Beauvoir quien dijo «cambia tu vida hoy; no te juegues el futuro; actúa ya, sin demora». El problema es que en el caso de Sánchez eso implicaría cambiar radicalmente de compañías y también ese mal hábito de evadirse de la realidad y convertir en propaganda todo lo que toca.