Juan Ramón Lucas

Remontar los indultos

Ya dijo el ministro de Justicia que no había que asustarse. En breve glosarán las ventajas sociales del perdón como terapia

Van a indultar a los presos del «procés» en aras de la serenidad institucional necesaria para resolver el problema catalán. Y porque hay que mirar al futuro. Van a indultarlos a pesar de que la fiscalía se ha pronunciado en contra y probablemente emita un dictamen similar el propio Tribunal Supremo esta misma semana. Van a hacerlo porque tienen esa prerrogativa desde que el 24 de junio de 1870 se publicara en La Gaceta de Madrid la Ley del Ministerio de Gracia y Justicia por la que se establecen las reglas para el ejercicio de la gracia del indulto. Gracia, en este caso, en tanto potestad de otorgar indultos pero quizá también en la acepción tercera del diccionario de la RAE, o sea, don o favor que se hace sin merecimiento particular; concesión gratuita.

Es saludable asomarse al diccionario de vez en cuando, porque el conocimiento del significado de las palabras otorga un poder sobre ellas y su interpretación que puede resultar muy útil para desnudar intenciones y señalar bondades o agravios. Y es que, en esta ocasión, la gracia del indulto es en realidad un favor o concesión gratuita salvo para el gobierno que la concede. Es decir, el propio diccionario nos da la pista de la verdad de esta decisión, tan inevitable como desprovista de más utilidad pública que la propia supervivencia política de Pedro Sánchez. En primer lugar porque el indulto no va a aliviar el hambre insaciable del independentismo que seguirá reclamando amnistía y república. Es posible que se contente algo, como el animal hambriento al que ofreces una golosina, incluso que apacigüe el estrépito de sus exigencias, pero seguirá poniendo sobre la mesa condiciones para mantener a Sánchez en Moncloa. Tampoco aligerará de brumas ni borrará divisiones en la política y en la calle: ya anuncia la oposición –en alza por la derecha desde la batalla de Madrid– acciones de respuesta legal y supongo que estímulo de la ya musculada irritación ciudadana con este gobierno al que se le escapa todo menos sus botellas de oxígeno. No va a contentar a nadie el gobierno con los indultos, más allá de cierta izquierda abducida por el genio de Sánchez y la parte menos hiperventilada del independentismo. Fuera de ahí el indulto, la gracia, será esa concesión gratuita que define el diccionario.

Vamos a vivir días agitados, y es posible que hasta asistamos a algún destello de imaginación comunicativa para explicar lo inexplicable. Ya dijo el ministro de Justicia el lunes que no había que asustarse. En breve glosarán las ventajas sociales del perdón como terapia. Ayer andaba el propio Sánchez mirando al futuro –es lo suyo en estos tiempos– y hablando del poder de la reconciliación. Están también moviendo a trompicones el argumento sin engrasar de que no hay concesiones puesto que los indepes no quieren el indulto. Es parte de esa infantil idea que tiene el poder político de la estulticia general de la población. Pero lo irán puliendo. Necesitan que el escándalo no traspase los límites de lo razonable ni vaya más allá de unos meses. Quedan dos años aún para las elecciones y ellos también creen en un futuro de venturosa remontada.